Estaban
comiendo un estofado de albóndigas, ¿estaba rico? Supongo que sí.
-
Creo
que le falta sal – se quejó Emma Pech
-
Mmm
para mi está perfecto- dijo Christoph Pech – está bien madre, sigue siendo el
mejor estofado que he probado
-
Es
el único estofado que has probado- dijo su hermana, Sascha Pech , en un tono retador
-
No
le faltes el respeto a tu madre-dijo la voz grave de Dominik Pech, su padre,
metiéndose un pedazo de albóndiga a la boca
Siguieron
comiendo tranquilamente, Sascha
hacía gestos extraños al comer. Su madre se paró en seco, caminó hacia el
estante y volvió con el pocillo de sal en la mano.
-
Échate
– dijo su madre y puso el salero fuertemente en la mesa causando un sonido en
seco
Sascha
se sobresaltó cogió por impulso el salero y al echarse se le escapó de las
manos, haciendo desparramar la sal sobre el mantel
-
Ah, no sé, tú lo limpias-dijo
-
Papaá
– refunfuñó Sascha
En
ese momento, la puerta se abrió de un golpe, todos voltearon la cabeza para ver
qué pasaba. Alexander Pech entro a la cocina repentinamente, puso sus manos
sobre la mesa con una pálida expresión. Miró a su padre, y el padre le devolvió
la mirada.
-
No
puede ser- dijo Dominik con voz quebrada- tan, ¿¡tan rápido!?
Alexander
asintió levemente con la cabeza y se escuchó un leve gemido de Emma.
La
expresión del padre cambio repentinamente, y frunció el ceño si decir ni una
palabra se levantó de su silla y con una profunda mirada se fue caminando
pausadamente hacia su habitación.
-
Mamá
¿Qué está pasando?-pregunto Sascha dejando el tenedor a un lado.
No
hubo respuesta.
-
¿Alexander?,
dime-exigió
-
No
hay mucho tiempo, tienen que apurarse- dijo y salió de la cocina sin responder.
Traspirando
se dirigió a las escaleras y las subió lo más rápido posible pero a la vez lo más
silencioso.
-
Sascha,
anda a … hacer las maletas, dijo la madre en voz monótona, levantándose de la
silla, como si hubiera estado sentada allí toda una eternidad
-
¿¡AAh!?
¿Qué? ¿¡Por qué!?- grito Sascha
El
cuerpo tembloroso de Emma no pudo sujetarse más de la silla y cayó al suelo inconsciente
-
¡Mamá!-
gritó Christoph parándose de un salto y corriendo hacia ella para ayudarla a
levantarse- ¡Sascha! ¡Has lo que te dice! ¡No causes más problemas!
Sascha
muda por la impresión camino hasta la baranda de las escaleras, y antes de
subirlas voltio a mirar a su madre.
Dominik
Pech sabía que tenía que hacer: buscar el papel con la llave. Sí. El papel con
la dirección, y la llave de plata. Pero, ¿¡dónde demonios estaba!? Dominik
abrió por tercera vez el cajón de su cómoda de madera caoba y rebuscó entre sus
prendas de dormir. No estaban ahí. ¿Dónde demonios las había puesto?
Emma
se levantó casi al instante, cogió la mano de su hijo y le dio un apretón.
-
Tú
también anda a hacer las maletas, no hay
tiempo- le dijo – anda, apúrate. Nada pesado, vamos a tener que caminar
A
donde irían…, Cristoph no lo sabía. Miró con extrañeza a su madre, pero leyó la
situación. Se limitó a asentir e ir rápidamente hacia las escaleras para subir
a su habitación. Una vez dentro, encontró a Alexander maldiciendo a alguien mientras se paseaba de un extremo a otro del cuarto... Mirando una
y otra vez por la ventana. Trataba de secarse el sudor con la manga de la camisa.
Christoph no le hizo caso, el solo obedecía
a su madre, aunque tenía muchas preguntas se quedó callado.
-
¡Unirse
a la Resistencia, después de haber si do uno de ellos! ¿en que estaba pensando?
Cristoph se quedó helado y miro con los ojos atónitos a
su hermano, quien paro de caminar por
unos segundos y volvió a retomar el paso.
-
Sigue
guardando tus cosas- dijo Alexander - luego te cuento todo
-
Pero…-
respondió- Todo esto… ¿quiere decir que él
está-
-
No
lo sé
-
Si
lo esta
-
No
-
¡Si
lo está!, entonces, ¿ por qué tendríamos que-
Se
escuchó el sonido de un vehículo acercarse y estacionarse en los asfaltos de la
calle. El color de Alexander Pech cambio a un blanco pálido, corrió la cortina
y se asomó.
-
Cristoph,
anda a buscar a mama y a Sascha - susurró espantado- Son ellos
Como si estuviera hablando con sí misma, Emma se dirigió a la despensa y en un
bolso empezó aguardar comida enlatada,
un trozo de queso, pan, pepinillos, todo lo que fuera comestible. Gracias a Dios que Alexander había venido a
tiempo, eso fue lo que pensaba cuando una mano le agarró del brazo con fuerza.
-
¡Mamá!-
dijo Cristoph
-
¡Dios!
¡Me has asustado!-respondió ella – mira, has hecho que se me caiga el pan…
-
Mama,
escúchame, han venido, ya están aquí. Acaban de estacionarse afuera, Alexander
los acaba de ver
Emma
se quedó tiesa, recogió el bolso con la comida dentro y agarro la mano de su
hijo.
-
¿Dónde
está tu hermana?-pregunto mientras se dirigía a la sala
-
Aquí
estoy- dijo una vocecita detrás de ellos
-
¿Dónde
está tu padre?
-
Alexander
ha ido a buscarlo
Dominik
también había escuchado el motor del carro, seguía buscando por todos los
cajones que había pero, sus esfuerzos por encontrar el papel habían sido
inútiles y su excesiva confianza en los empleados de la casa había ido al
tacho. Se abrió la puerta de un golpe y
Alexander entro.
-
¿No
lo has encontrado verdad?- pregunto
-
No,
maldición, los judíos que teníamos se lo llevaron
-
Eso
supuse… ¿Qué vamos a hacer?
-
Dios
mío, no tengo ni idea
Los
golpes en la puerta eran más duros y frecuentes
-
¡Abran!
, ¡Es una orden de la Policía Secreta del Estado!
Padre
e hijo bajaron las escaleras de tres en tres hasta llegar donde Emma, Sascha y
Cristopher. Los tres estaban llorosos. Se abrazaron y se mintieron entre ellos
-
Todo
va a estar bien cielo, no te preocupes
-
Abriré
la puerta- dijo Emma
-
No,
lo hare yo-dijo Dominik
Se
acercó y movió lentamente la manija dorada .Un hombre empujo la puerta con violencia, llevaba un uniforme con
el emblema de águila encima del símbolo Partido Nacional socialista
Obrero Alemán
-
¿Es
usted pariente de Derek Pech?- pregunto el oficial
-
Sí,
soy su padre, ¿necesita algo?-
El
hombre escupió a los pies de Dominik
-
Usted
está arrestado por traición- dijo golpeándolo en el estómago.
-
No
– dijo en un gemido- he hecho nada
Lo
llevaron hasta uno de los carros, abrieron la puerta y lo empujaron hacia
dentro.
-
Usted
tiene suerte-le dijo el oficial sonriendo cerrando la puerta
Otros
uniformados entraron a la casa. Sascha temblaba y lloraba, apretaba con fuerza
la mano derecha de su madre y la izquierda con la de su hermano Cristoph.
Alexander se paró delante ellos. Los hombres patearon y escupieron a Alexander
-
No
merecen tener sangre aria
-
Inmundos
-
Traidores
Alexander
se defendía como podía, Emma lloraba y apretaba con más fuerza las manos de sus
otros hijos y los trataba de poner detrás de ella.
-
Ustedes
también- dijo un oficial de ojos celeste electrizante
-
¡Mis
hijos no! Por favor
Los
obligaron a caminar hacia afuera. Ya no se cogían las manos. Y una vez afuera
los forzaron a arrodillarse.
-
Dios
mío, dios mío- no dejaba de repetir Emma- Padre nuestro que estas…
-
¿Mamá…
que nos van a hacer?
-
Calla
– dijo Cristoph tomándole la mano de nuevo
-
Todo…
va a estar bien- gimió Alexander
Dominik
Pech estaba sentado en la parte de atrás del carro, sudaba y temblaba. Había un
hombre vigilando que lo miraba asqueado. La puerta del vehículo se abrió y
entro el oficial.
-
Ya,
vámonos- le dijo al chofer
-
Sí,
señor-respondió
El
carro prendió, y avanzó unos cuantos metros. Se escucharon cuatro disparos a lo
lejos.
-
¿Ves? -exclamó
el hombre prendiendo un cigarro- te dije que hoy tendrías buena suerte