lunes, 30 de septiembre de 2013

La inolvidable noche


Era un soleado viernes de diciembre. Se sentían las ansias del verano en el aire, era la última hora de clases y el colegio estaba silencioso. Sonó el timbre, todos salieron corriendo, armando un gran alboroto. Lo primero que hizo Carla al salir del salón, fue buscar a Brenda, su mejor amiga.Paseó su mirada entre el gentío y pudo reconocer al instante la colorida y llamativa mochila de Brenda. Se dirigió rápidamente hacia ella y la jaló a un lado.

Ya apartadas de toda la gente, comenzaron a hablar sobre sus planes de la noche. Era la primera ves que Carla se iba a escapar de su casa, mas no era la primera vez de Brenda. Camino a casa, Carla le seguía dando vueltas al asunto. Por un momento vaciló y pensó en quedarse en casa estudiando, como lo hacía normalmente. Pero la idea de su primera fiesta clandestina la cautivó por completo.

En su casa, seguía nerviosa pensando acerca del "crimen" que iba a cometer. Miró el reloj y ya eran las siete y media, debía actuar ya. Rápidamente, se vistió para la fiesta, se puso una bata encima y se metió a su cama. Llamó a su mamá y le dijo que estaba enferma. Ella le dijo que descansara y se fue, cerrando la puerta tras de ella. Carla esperó cinco minutos, los cuales se le hicieron eternos. Luego de comprobar que su madre ya no estaba cerca, sin hacer ruido alguno, caminó hacia la ventana. Una vez frente a ella, la abrió y escapó.

Al salir de casa sin permiso, se sintió preocupada. Sintió una angustia que nunca antes había experimentado. Pero esta se fue apenas vio a Brenda en el parque, con una sonrisa en el rostro. Ella llevaba un vestido azul muy atrevido, pero a Carla pareció importarle más la mochila que Brenda llevaba colgada al hombro.

Al ver a Carla, Brenda no pudo creer que se tratase de su mejor amiga. Estaba usando uno de los vestidos que le había prestado y sin duda se veía espectacular.Carla le pidió recomendaciones para encajar en la fiesta. Brenda tan solo sacó incontables "sets" de maquillaje y comenzó a arreglar a Carla. La maquilló como si se tratara de una supermodelo en un concurso mundial de belleza. Una vez maquillada, las dos amigas se dirigieron a la avenida a tomar un taxi.

Brenda parecía una experta en le tema, paró un taxi negro, grande y con un conductor joven. Se subieron de inmediato, sin siquiera preguntar cuánto les iba a cobrar. Con el corazón en la garganta, Carla respiró hondo y puso su mejor sonrisa a la par que el auto empezaba a avanzar.

Llegaron a un local grande y aislado. Brenda le pagó al conductor y ambas bajaron. Brenda le entregó los DNI falsos al guardia y entraron a la fiesta. Apenas entraron, fueron directamente al bar. Mientras Carla pedía agua, un apuesto chico le ofreció un trago. Como no tenía experiencia, se sonrojó y aceptó. Pasaron los minutos y se comenzó a sentir mareada. Carla intentó decirle al muchacho que no le diera mas alcohol, pero él la sacó a bailar.

Ya era tarde y Brenda buscó a Carla para volver a casa. Al encontrarla, esta se negó a volver y le dijo que se iría luego. Brenda no tuvo más opción que dejarla y se fue, dejándola sola con el galán.

Eran las siete y media de la mañana y el sol radiante entraba por la ventana. Carla despertó con un horrible dolor de cabeza y un horroroso aliento. Se sentó en su cama y todo su cuarto se movía al rededor suyo. Se fue al baño a lavarse la cara y cepillarse los dientes. Luego, se echó en su cama a esperar a que su mamá se levantara, mientras intentaba recordar cómo había llegado a casa. 

ESTA HISTORIA CONTINUARÁ...


Por: Gabriela Galantini y Ariana Chávez 
Historias de Tabla:

El paño pasaba por la tabla de skate con firmeza, la lija brillaba y causaba dolor en los ojos de Nicolás. Se estaba alistando para ir a montar al parque, amarraba sus pasadores lentamente ya que le costaba mucho porque tenía un déficit de atención.
Cuando estaba a punto de salir su hermano menor Jimmy ingreso a su habitación y le pregunto si podía ir a montar con él, ya que Jimmy lo consideraba un ejemplo a seguir y todo lo que hace, él lo tiene que copiar.
Nicolás duda un momento ya que no creia que lo pudiera cuidar mientras estaba con sus amigos pero luego de una corta deliberación de 10 segundos acepta y le dice que se apresure porque tienen que regresar antes que lleguen sus papas.
Salieron de su hogar y comenzaron la corta caminata hacia el parque de patinaje. Cuando estaban a medio camino un chiguaga paso corriendo delante de ellos, este perro causo un silencio lúgubre ya que el perro de Nicolás el cual también era un chiguaga había muerto atropellado hace 2 semanas, muerte por la cual Nicolás se sentía culpable ya que él había dejado la puerta abierta, puerta por la que huyo el perro y murió.
Nicolás y su hermano se quedaron parados por 5 minutos porque creyeron que su perro, Ares, había regresado de la muerte y los estaba buscando.
Continuaron su caminata y llegan al parque de skate donde se encuentra con su pandilla, pandilla conformada por: Negrasho Perez, Dedroscar, Morenasho Álvarez, Benjon el loco peluca y el Oshmoshish. Ven un cartel en el que se está presentando un campeonato, cuyo premio son 1.000.000 dólares y un chiguagua, y deliberaron para ver si lo asían.
Jimmy: oe pe bro, debo ir a ese concurso para salvar el honor de arres, pe
Nicolás: no pe, no seas bravo, Ares está muerto, cuál es tu caucau?
Jimmy: yo ya toy grande pe respeta.
Nicolás: si pe
Se encimaron y pasaron por la puerta. Prepararon sus skates mientras hablaban entre sí. El concurso consistía en que el equipo que hace más puntuación por trucos ganaba. No se pueden bajare ambos pies del skate en ningún momento en caso de caída se descalifica al competidor. Miraron desafiantes a la banda contraria. La banda del salvaje avaro, cuya reputación era demasiado extrema para poder escribir, la competencia empezó. Era una batalla campal, los skates sonaban y benjon cae en la primera ronda quedando eliminado. Avaro pateo a Morenasho de su skate botandolo pero Nicolás había tirado a dos de los contrincantes. Estaba peleado.
Entonces, en el fulgor de la lucha, pedro vio una rampa libre y se dirigió hacia ahí. Pero fue derribado por el malvado Avaro. Solo quedaron dos, el grande y poderoso osh y el pequeño Jimmy, osh demostrando gran fuerza y velocidad, boto a tres más antes de ser eliminado por avaro. Solo quedaba Jimmy y se lanzó rápido como un rayo en dirección a una rampa dispuesto a realizar el legendario truco hardflip 360! Ese truco era mortal pero era la única forma de lograrla victoria.
Nicolás miraba impotente como pasaba todo y le vino a la mente la muerte de su perro por una negligencia suya, dijo no lo hagas! Pero ya era tarde, su hermano ya se había caído de 3 metros de altura.

Furioso, Nicolás se lanzó a realizar el mismo truco, en el camino se le cruzo Avaro pero de una mega patada lo derribo con un ímpetu digno de semi dios, en pleno estado de frenesí gritando como condenado en noche de brujas salto. Fue como si el tiempo se detuviera, callo, sintió un temblor en su pierna y recién sintió el dolor, sonrió y se dio cuenta que su hermano no estaba, se lo habían llevado mientras realizaba el salto. Se fue corriendo a la posta medica más cercana, allí encontró a su hermano vivo pero herido, le dio un fuerte abrazo a pesar de todo estaban muy felices. Por detrás aparecieron los dirigentes del concurso con los premios. El perro ladro muy fuerte, Nicolás sonrió con mucha felicidad.

Algo en la oscuridad

Adrián había llegado a su casa después de un largo día en la oficina. Camino hasta la entrada de su casa, y abrió la puerta. Todo estaba tan calmado, tan apacible. Sin embargo, sintió que alguien mas ocupaba su casa, una presencia paranormal que lo desesperaba sobremanera.

No estaba seguro de donde provenía aquella fuerza sobrenatural, por lo que procedió a caminar sin rumbo fijo por toda su casa. Fue primero a la cocina, a ver si allí se encontraba la respuesta a sus preocupaciones, pero no encontró nada. Algo confundido, se dirigió a la sala, pero al momento que estaba caminando por entre los muebles, oyó un sonido estrepitoso proveniente de su cuarto.

Quedo petrificado, no sabia si dirigirse escaleras arriba hacia su cuarto o quedarse en donde estaba, pero la curiosidad pudo mas y decidió subir. Cuando llego a su cuarto, vio que todas sus cosas estaban tiradas en el piso, como si un tornado hubiera pasado por allí y hubiera ocasionado tal desorden. Volvió a escuchar un sonido tremendo, pero esta vez no provenía ni del segundo ni del primer piso. Provenía de su sótano.

Fue primero a su armario a sacar su linterna, después bajo las escaleras del segundo piso al primero con bastante cautela, hasta que quedo enfrente a las escaleras que daban al sótano. Tomo una bocanada de aire para darse valor, se persigno con bastante fervor, y prosiguió a bajar las escaleras.

Bajo con bastante cautela, con cierto temor a lo que pudiera aparecer de repente en lo tenebroso de las sombras. Llego hasta la puerta, puso su mano en la perilla, la giro suavemente hasta abrirla muy despacio; y se adentro en la oscuridad total del sótano. No podía ver nada bien, por lo que se paraba tropezando con muebles, lámparas, baúles y demás aparatos domésticos que el tiempo los volvió obsoletos. Sin embargo reinaba un silencio total. Nada en absoluto parecía denotar algún indicio paranormal y a medida que avanzaba Adrián por la habitación, se convencía a si mismo de que todo era parte de su imaginación. Pero de pronto se oyó una jarra de vidrio reventar violentamente contra el piso, y de pronto las luces se prendieron.

-“SOPRESA!!”
-QUIEN ESTA AHÍ? ESTOY ARMADO….ohh jaja familia que sorpresa tan grande!
- Hijito feliz cumpleaños, creías que nos habíamos olvidado?

En efecto, casi toda la familia de Adrián se encontraba congregada en una mesa gigantesca pegada a la pared. Habian bocaditos, gaseosa, vasos descartables y en el medio una enorme torta.

Adrián se quedo un rato como pasmado. No sabia que era peor, si haberse encontrado con algún espíritu del mas alla, o tener que ser participe de la reunión tan monótona que se estaba llevando a cabo en su sótano. 


Integrantes: Stefano Migliori y Alejandro Olavarría

REALIDAD O SUEÑO

Liza se despertó de su típica siesta  de las seis de la tarde. Se incorporó, estiró sus  brazos mientras bostezaba. Luego buscó sus zapatos borde de su cama, se los puso rápidamente y caminó hacia su espejo.
Seguidamente arregló su rebelde cabello, notó algo extraño en ella y bajó la mirada hacia la parte baja de su abdomen, donde observó una protuberancia en él. Sintió como su corazón se detuvo, un escalofrío recorrió todo su cuerpo y de pronto un leve mareo hizo que casi se desvaneciera, así que decidió recostarse un momento en su cama.
Una vez recostada, trató de analizar lo que podía haber pasado, pero la angustia no la dejaba pensar. Tuvo solo leves recuerdos de una fiesta a la que había ido con si enamorado Sebastián, ¿Había pasado algo? No, eso era imposible, estaña completamente sobria como para poder haber perdido la conciencia.
Luego, pensó en su mamá, ella la mataría si se enteraba que existía la posibilidad de un embarazo a los 15 años de si hija.
Sintió el sonido de puerta abriéndose, seguidamente por la voz de su madre gritando su nombre, había llegado de sus compras. Liza corrió de prisa hasta su balcón para huir de ella, solo estaba a unos dos metros del suelo, así que posiblemente sobreviviría, con ayuda del árbol más cercano, llego al suelo, sintió la adrenalina pasar por sus venas, y se preguntó a donde podría ir ahora, y se le ocurrió ir en busca de su enamorado Sebastián.
Luego de correr rápidamente para que si madre no la viera, llego exhausta a la parada de buses, donde se subió al primero que llego, y mientas buscaba donde sentarse pudo sentir las mirada de la gente, no eran miradas cualquiera, eran intimidantes, como si hubieran notado su cambio.
Sin darse cuenta ya había llegado a la parada, la cual la dejaba a una cuadra del trabajo de Sebastián.
Al caminar desesperada tratando de calmarse, solo ganó ladridos de perros, sonidos de construcciones en proceso cláxones y miradas que la atormentaban y hacia qué casa músculo de si cuerpo se tense, le temblaban las manos, no paraba de sudar, pronto el llanto se asomó por sus ojos.
Llegó al taller de mecánica, tomo aire y abrió la puerta, pregunto por Sebastián pero todos estaban tan concentrados en lo que hacían que no le contestaron, hasta que logró visualizarlo detrás de un auto soldándolo. Corrió hacia él con desesperación y lo abrazó como si no lo hubiera visto durante largo tiempo. Él la miró desentendido, pero pudo notar que algo no muy bueno había pasado.
Antes de que Liza pudiera explicarle lo sucedido, entraron unos al taller tres hombres fornidos con armas de fuego y pasamontañas, parecían que el cuarto se había quedado en la camioneta, para esperarlos. Uno de los hombre comenzó a gritar el nombre del enamorado de Liza y cuando Sebastián se dios cuenta  que lo estaban buscando tomó a Liza en brazos y la metió a uno de los autos que estaban siendo reparados, él se sentó en el asiento del piloto, y le dijo a Ignacio más conocido como “el negro” que subiera en al asiento del copiloto, mientras ellos se acomodaban para partir, sus amigos atraparon a dos de los hombre.
De repente Liza grita atemorizada y señala la ventana de Sebastián, el voltea y se encuentra con uno de los hombre, el que no pudieron atrapar ya que comenzó a disparar, este le apuntó con un rifle en la cabeza y sin pensarlo tiró dos veces del gatillo y lo mató.
Liza solo lloraba, no sabía qué hacer, había matado al amor de su vida. Pudo ver como el asesino daba la vuelta al auto para llegar al sitio de ella, pero antes de que llegara, “el negro” abrió la puerta, salió corriendo y le pegó en la nuca con una llave inglesa que se encontraba cerca al él, y lo desmayó. Ignacio llegó a donde Sebastián yacía muerto,  lo sacó del auto, lo recostó en el suelo, con delicadeza y nervios a la vez mientras le decía un leve adiós, tomó su lugar en el auto para huir con Liza, antes de que el hombre se levantara.
Pisó el acelerador con toda la adrenalina en su sangre y la preocupación de ser acecinado. Mientras manejaba a la salida y luego a la carretera, Ignacio  recordó la casa de campo de sus padres que fue dada a sus tías, ya que estaba lejos del alcance de los policías porque habían tenidos unos problemas, por eso también siempre andaban armadas y juntas para así defenderse mejor.
Mientras Liza lloraba y miraba su barriga, se lamentaba de la muerte de Sebastián; Ignacio manejaba muy temeroso y fue peor cuando se dio cuenta que lo estaban siguiendo.
Al llegar al primer pueblo, los pobladores comenzaron a tirar piedras al auto, Liza con la voz temblorosa le preguntó al “negro” que porque hacían eso y él no le respondió, ella no volvió a preguntar creyó que era suficiente la tentación y presión que tenia ya que los hombres malos lo siguiendo. Ignacio se puso aun más tenso al pensar de qué podría pasar si sus tías no se encontraban en casa o no lo quisieran ayudar.
Aún así llegó al patio de la casa, había perdido de vista a la camioneta pero igual estacionó el auto lo más rápido que puedo, abrió su puerta, bajó lo más rápido que puedo mientras que gritaba “¡Liza baja del auto ahora!”, le abrió la puerta para que bajara, le agarro de la mano y corrieron unos tres metros para llegar a la puerta, esta era muy grande, de fierro y ancha, estaba entre abierta así que solo entraron, se encontró con sus tías, seguían igual de gordas, ellas se sorprendieron de verlo, se iban a para saludarlos pero él dijo:
-No se paren, ahí nomas, ¡deben ayudarnos!, unos hombres vienen en busca de nosotros para matarnos, ¡deben ayudarnos!..
- No te preocupes – dijo una de ellas – has venido al lugar correcto, María Teresa saca las armas, tu Pocha diles donde esconderse, esta vez no es la policía, es para ayudar a nuestro sobrino, ¡vamos hermanas muévanse!
Pocha llevó a Ignacio y a Liza, que no paraba de llorar, para que se escondieran en uno de los cuartos y María Teresa le dio un arma a cada uno. Pocha se escondió debajo la cama con Liza y el “negro” en el closet, sus otras dos tías estaban en el otro cuarto
El miedo, la adrenalina, la preocupación comenzó a llenar la casa, no sabían si iban a sobrevivir, y de un momento a otro se escuchó el toque de una puerta de madera, luego apareció una voz que decían muy fuerte:
-       Liza levántate, ya despierta, debes ir al colegio.


Hecho por: Renata y Sara 

domingo, 29 de septiembre de 2013

Que la Delincuencia Pase de Moda

Sonó el timbre de salida del colegio. Rocío se paró del asiento y se dirigió a su locker, encontrándose a Sebastián:
-¡Sebas!-dijo ella 
-¿Qué pasa?- le respondió un poco sorprendido Sebastián 
-¿Por dónde te vas a tu casa?- dijo Rocío
-Me voy caminando por Caminos del Inca- respondió 
-Hoy mi madre no me puede recoger, puedo ir contigo? tambien voy por ahí
-¡Claro que sí! puedo dejarte en tu casa ya que me queda de camino y luego voy a la mía- dijo Sebastián
-¡Gracias! En verdad tenía miedo de ir sola, tu sabes que Lima está peligrosa hoy en día...
Entonces,entre conversaciones, Rocío y Sebastián sacaron sus mochilas. Rocío preguntó:
-¿Hay tareas para mañana?
-Sí, hay tarea de matemáticas, previu y de antropología filosófica- dijo Sofía
-Asu, qué flojera, es mucho...- dijo Rocío resignada mientras habría su locker.
Entonces sacó todos los materiales respectivos y cerró con llave su casillero. Sebastián estaba esperándola en la puerta y ella le dijo:
-¡Espérame 1 minuto! ya casi acabo - cerrando su mochila y buscando su lonchera.
Rocío le da el alcance a Sebastián en la puerta y ambos se dirigen a las escaleras.

Bajando las escaleras,se encontraron al profesor Pinedo, quien iba subiendo, pero se detuvo para entregarle un comunicado a ella.
-Por favor, ¿podrías hacer recordar que tienen que firmar el examen de religión a tus compañeros?- dijo el profesor Rodrigo.
-¡Claro profe! Hoy lo publico en Facebook- contestó Rocío
Sebastián y Rocío se despidieron del profesor y continuaron su camino haciendo una competencia de quién bajaba las escaleras más rápido.
Llegaron al primer piso y Sebastían confesó:
-¡Asu! Casi me caigo... - dijo riendo
Rocío se burlo y le dijo que continuaran su camino o cerrarían las puertas.

Mientras cruzaban el pasadizo se escuchó por el megáfono:
-A partir de este momento, la salida es por la puerta #1, don Ricardo puede cerrar la puerta #3.
Pasaron por la sala de profesores, saludaron a la miss Niní y atravesaron rápidamente las oficinas de los subdirectores pensando que la puerta numero 3 seguiría abierta.Fue entonces que vieron cómo los alumnos que no habían sido recogidos tuvieron que ir a las mesitas del boulevard.
-Parece que tendremos que salir por la puerta numero uno - dijo Sebastían.
-Sí, ya fue todo, nos van a anotar- Respondió un poco desanimada Rocío
-No realmente, creo que es a la cuarta vez que te olvidas- mencionó el joven.
Se dirigieron a la puerta, en donde estaba parado el profesor Josué con su lista de aquellos irresponsables alumnos olvidadizos.
-Profe, olvidé mi tarjeta de salida- dijo Rocío con una sonrisa forzosa.
-Eh...yo también-añadió Sebastián.
-Esta bien chicos,pasen,pero les voy a tener que anotar en la lista- dijo el profesor Josué mientras escribía.
Entonces salieron del colegio, tenían un poco de hambre así que fueron donde el famoso "Pepe" y se fiaron una canchita, unos chifles y una gaseosa.
Empezaron a caminar, cuando se encontraron con la mamá de May-Ling,quién les sugirió que ella podría darles un "aventón" hasta el paradero.
Se subieron al carro de la mamá de May-Ling y se encontraron con Lixue,la hermana menor,quien les mostró su nueva botella de Coca Cola. Escucharon "Best Song Ever" hasta llegar al paradero y bajaron del auto despidiéndose y agradeciendo.

Estando en el paradero,vieron que la "S" se acercaba, así que revisaron si tenían el dinero para pagar el pasaje. Rocío se dio cuenta que no tenía sencillo. Sebastián dándose cuenta de esto, se ofreció a pagar por ella.
Entonces llegó la combi y Sebastían preguntó:
-¿Va por caminos del inca?
-Si suba suba- respondió el cobrador.

Se subieron y se sentaron. Conversaron hasta que  llegaron a la esquina de la universidad Ricardo Palma y se bajaron del transporte.
Entraron a Mc Donalds donde compraron una "Big Mac" para llevar. Salieron alegres y caminaron por el parque de la amistad y del amor. Cuando sintieron que alguien los miraba. Entonces Sebastían volteó para amarrarse los pasadores y vio una sombra negra.
Inmediatamente se paró y le dijo a Rocío:
-Apresura el paso Chio-
Al decir esto, el ladrón se dio cuenta de que lo habían descubierto y jaló la mochila de la chica. Sebastián reaccionando rápidamente, intentó atraparlo, al lograrlo,empezó a golpearlo fuertemente.
El ladrón,muy sorprendido,busca en su bolsillo y encuentra su navaja.
La saca del bolsillo y Sebastián se asusta y levanta las manos.
El ladrón muy molesto y sin pensarlo dos veces, decide apuñalar al jovencito.


Sebastián siente un dolor inmenso en su costado derecho, su corazón latía tan rápido del susto que no sabía que estaba sucediendo.Además,le duele mucho su cara pues sabe que el delincuente le ha golpeado mucho. Entonces pierde la noción del tiempo y el dolor se va intensificando cada vez más.
En eso escucha un grito de una mujer, el grito encerraba sentimientos de miedo, sorpresa,tristeza ; mientras que el ladrón se escapaba con la mochila de Rocío. Poco a poco los gritos van desapareciendo para Sebastián y la visión también.Rocío corre desesperadamente hacia su compañero para auxiliarlo,pero había demasiada sangre en el piso.Pensó que aún había posibilidad de que su amigo esté vivo pero al tocarle la yugular,no sintió pulso alguno y supo que ya no lo vería nunca más con vida.
FIN.
 
MAY-LING KONG 
LÍA SANTAMARÍA

Hija Única

-        -  ¡Adiós! ¡Diviértanse!
-        -  Chau hija, cuida la casa y no te olvides de tomar tus pastillas, ya son casi las siete.
Eugenia obedeció a sus padres. Se dirigió a la cocina, sirvió un vaso de agua y la bebió junto a su medicamento. Refunfuñó, las odiaba. Estaba muy cansada, había sido un día agotador. Fue a su habitación, cogió su iPod y sus audífonos. Se los puso y después de revisar el amplio repertorio musical, escogió la de siempre, esa, la canción de las siete. La única canción que la hacía sentir bien. La escuchó una y otra vez durante todo el tiempo que estuvo descansando. Ya eran casi las once de la noche y Eugenia no tenía planeado levantarse de su cama pero el hambre la venció. Se paró y fue hacia al habitación de sus padres para preguntarles si podían pedir una pizza. Sabía que su mamá no se negaría pues últimamente sus antojos habían aumentado. La chica, se tomó con la sorpresa que sus padres aún no habían regresado.
-        -  Qué raro.-dijo para ella misma.
Sabía que, debido a las condiciones de su madre, no podían estar tanto tiempo afuera ya que se cansaba muy rápido al caminar.  Tratando de no preocuparse, cogió una fruta de la cocina y regresó a su habitación para retomar lo que estaba haciendo antes. Sin embargo, esta vez su acción se vio interrumpida por agudas risitas y pequeños pasitos que no sonaban muy lejanos. Extrañada, Eugenia se quitó los audífonos casi como un reflejo. La habitación quedó en silencio, ella no podía escuchar ni su propia respiración. Tranquilizándose a ella misma, trató de ignorar lo anteriormente sucedido y se puso de nuevo sus audífonos. Su nerviosismo creció cuando se percató de que la música no sonaba más. Desesperadamente, tratando de evadir ese presentimiento de angustia que comenzaba a presionar su pecho, buscó la canción nuevamente. Casi suelta un grito cuando la encontró, y no solo a esa, su lista de canciones estaba en blanco. Sus manos comenzaron a temblar, lo que ocasionó que su iPod cayera al suelo. Respiró hondo y se agachó a recogerlo. De pronto, puso ver como dos seres no identificados de color negro pasaron rápidamente casi rozando sus manos. Tratando de seguirlos con la mirada, vio cómo se detenían  en la esquina opuesta a donde ella se encontraba. No pudo observarlos completamente debido a que en un pestañeo, ya no se encontraban ahí, habían desaparecido. Vagamente solo pudo notar que tenían un rostro horroroso con apariencia de anciano, cabellos y barbas blancas. Vio como salieron velozmente de su habitación y Eugenia, petrificada, tardó unos minutos en reaccionar. El miedo la consumía, no tenía idea de quienes eran esos seres no por qué estaban ahí volviendo a la realidad, corrió hacia el teléfono y antes de marcar el número de sus padres, una llamada impertinente se lo impidió.
-          -¿Hola? ¿Eugenia? Hemos tenido un accidente, yo estoy bien pero tu madre… Ahorita está en cirugía, dicen que hay mucho riesgo de que pierda a los bebés. Todo es mi culpa… Soy un asesino… No pude ver que venía un gran camión… Soy un imbécil...- decía casi sin que se le pueda entender el desesperado padre de Eugenia.
Ella, no podía creer lo que escuchaba. Necesitaba tiempo para procesar la información. Le tomaron tan solo unos minutos para relacionar lo anteriormente sucedido y la espantosa noticia que le había dado su padre. Rápidamente, fue hacia su habitación y como en un rayo, después de cerrar la puerta, entró al buscador en internet y comenzó a tipear con cierto temor… D…U…E... De pronto, todo se apagó, la computadora, las luces, todo. Eugenia, debido a la impresión, colapsó. Quedó tendida sobre el suelo en medio de la oscuridad.
Los párpados le pasaban tanto como el resto de su cuerpo. Reconoció el lugar al instante. Estaba en una habitación de hospital, su habitación, la 222.
-         - ¿Mamá? ¡Mamá! ¿Y tu barriga? ¿Qué sucedió? ¿Y los bebés?
-          -Mi amor, ¿de qué hablas?
-          -¡Mis hermanos! Mis hermanitos…
-          -Hija, no de nuevo. Ya te he dicho que lo tienes que superar. Eres hija única. Tu padre y yo ya no podemos tener hijos… Por eso necesitamos que te recuperes y colabores con los doctores para que puedas volver por fin a casa… Te extrañamos tanto…
-          -¡Eres una mentirosa! ¿Qué le hicieron a mis hermanos?

-          -Mi amor… Tienes que superarlo, aquel accidente sucedió hace mucho tiempo…

PPor: Alvaro Larrea y Paulina Gómez

Engaños.

Los tenues rayos del sol se colaron por las finas cortinas de la habitación, despertándola. Se acurrucó más en las blancas sábanas aún con la ropa de la noche anterior. Las vívidas imágenes se lo ocurrido se le presentaron en la mente dándole un escalofrío por todo el cuerpo. Deseó que todo lo ocurrido hubiera sido tan solo un mal sueño, pero las marcas de sus manos la delataban. Se levantó de la cama y su pié izquierdo tocó primero el piso de caoba. A paso rápido, se dirigió al baño, abrió el fregadero y con jabón, intentó borrar las evidencias junto con los recuerdos. Este intento fue en vano, los hechos y la culpa la seguían persiguiendo. Si no salía en ese momento, llegaría tarde para tomar su mísero puesto de trabajo en la cafetería de la universidad donde estudiaba. Practicó la falsa sonrisa que mantendría el reto del día frente al espejo. Y tomando una decisión final, se retiró de ahí. Fue de vuelta a la habitación y se cambió de ropa pensando que no podía darse el lujo de perder ese puesto.

Salió de su apartamento sin desayunar con su celular en la mano. Bajó las escaleras rápidamente sin tropezarse. Tomó el colectivo el cual estaba abarrotado de personas sin expresión en sus rostros y se dirigió a su destino en San Borja. A pocos metros de partir, un extraño sonido proveniente del motor estremeció el auto, haciendo que este se detuviera. Los pasajeros, asustados, salieron del vehículo rápidamente dejándola sola. Se acercó al conductor para que le devolviera su dinero. Este se volteó lentamente y la miró fijamente a los ojos. Inmediatamente, ella reconoció su rostro: era la misma persona de la noche anterior. Asustada, intentó abrir la puerta del vehículo, pero no lo logró. Forcejeó y forcejeó, pero la puerta no cedía. Un hombre intentó entrar al vehículo y ella aprovechó para escapar. Estaba aturdida, no sabía a donde ir y nadie le prestaba ayuda. Volvió a la realidad y decidió tomar el primer autobús que se dirigiese a su destino.

Bajó del bus y revisó su reloj, el cual era un obsequio de su abuela. Era muy tarde y ya había perdido el turno. Se dirigió a su clase de Matemática III, ya se inventaría una excusa por haber faltado al trabajo mas tarde.

Después de su clase, se encaminó a su hogar despreocupada. Era temprano, aún no atardecía así que dió el lujo de caminar y no volver a arriesgarse en un colectivo. Después de una hora de caminar, sintió como unos pasos la seguían detrás de ella, estos se hacían cada vez más fuertes. Sus manos empezaron a sudar, su respiración se entrecortó y su pulso se aceleró. ¿Quién era? ¿Era el conductor del colectivo? ¿Le haría daño? ¿Podría escapar? Miles de preguntas como estas revoloteaban por su mente sin estar tranquila ni un segundo. Sintió como le agarraban del hombro y dio un respingo. Volteó rápidamente y suspiró aliviada: era su amigo Lucas.

-Hola, ¿Estás bien? Te veo angustiada.- preguntó Lucas.-

-Si, no te preocupes, solo he tenido un día un poco agitado.- mintió con una sonrisa fingida.-

Él, no muy convencido, asintió y le recordó sobre el trabajo en parejas el cual debían entregar al día siguiente. Ella, le dijo que lo podían terminar en su casa, la cual estaba a solo unas cuadras. Lucas aceptó con gusto y se dirigieron juntos a hacer el trabajo.

Llegaron al apartamento y se dispusieron a trabajar. Fue a su cuarto a recoger algunos materiales para poder iniciar, dejando solo a su amigo en la sala. Recogió lo necesario y cuando estaba a punto de salir, escuchó un estremecedor ruido proveniente de la sala. Se quedó paralizada por unos segundos, no sabía que hacer, habían encontrado su hogar.

Se armó de valor y paso tras paso, se acercó a la sala. Entró despacio y junto al mueble, encontró a Lucas inconsciente y tirado en el frío suelo. Corriendo, se tiró a su lado e intentó despertarlo de su profundo sueño, sin conseguirlo. Verificó su pulso y se tranquilizo: seguía vivo. Pero al segundo volvió angustiada al sentir una voz detrás de ella.

-Aléjate de él.

Temblorosa, se apartó del cuerpo y de paró. Sudaba frío, la habían encontrado y ahora podrían buscar a su familia.

-¿Qué- Qué quieres de mi?.-dijo con voz quebrada.

-Tú sabes lo que quiero.- dijo con autoritaria mientras se acercaba lentamente.

-No- no se de que hablas.- empezó a retroceder debido a su cercanía.- Los documentos se los dí al contacto ayer, ya no hay nada que-que yo pueda ha-hacer. ¡Ya hice todo lo que querían! Ayer también termine con la vida de alguien por su culpa.

Su mirada bajó hacia la mano del intruso, en la cual sostenía un arma. La mano subió y le apuntó al rostro.

-Hagamos algo, te dejo ir y a tu amigo si me das los documentos.

Una lagrima bajó por su mejilla mientras ella sacaba de su bolsillo un usb y se lo tendía en la mano. Al instante, él cerró el puño y guardó el minúsculo objeto en su bolsillo.

-Que ilusa eres.- dijo con una sonrisa maliciosa plasmada en la cara.

Tiró del gatillo y se escuchó una voz a lo lejos perteneciente al antes desmayado:

-¡Amanda, no!

Y su mundo se volvió negro.


Por Maria Fé Mendoza, Daniela Kadena y Fernanda Rivero.

La gran mentira

El joven mago invita al rico a una habitación privada. Pequeña, cuadrada y completamente oscura. En eso, Piero Macciotini prende una lámpara que estaba encima de una mesa y lo invita a sentarse. Piero Macciottini, el gran mago, sabía que el rico poseía grandes cantidades de dinero en cuentas bancarias. Además, había leído en el periódico que había comprado una carta de diamantes con diamantes de verdad, la cual siempre portaba consigo mismo. -¿Le gusta esta lámpara? -Sí, le da una apariencia más misteriosa a la habitación. -¿Verdad que sí? Además, esa forma esférica y lo intenso del brillo en una habitación oscura hace que no pares de mirarla. Piero Macciottini saca un mazo de cartas y las comienza a barajar. -Bueno señor Richwater, comenzaré con lo básico –decía mientras miraba como de su cuello colgaba la valiosa carta. -Me parece bien. El show comienza. Exclamaciones de asombro es lo único que sale de la boca de Jackomo Richwater. Al término del espectáculo, los caballeros se levantan y se despiden. Jackomo le da la mano y Piero la aprieta efusivamente, mientras se acercaba a él para darle un abrazo. A Jackomo, a pesar de su carácter severo y frío, no le importa pues piensa que alguien que lo entretuvo tanto, es un amigo más, y se marchó sin decir una sola palabra. Sale de su lujoso hotel, seguido por sus guardias de seguridad y sus matones. El chofer de su limosina le abre la puerta de ésta, Jackomo entra y se acomoda en el asiento lentamente. El chofer arranca y se dirige a una de las enormes mansiones que poseía Richwater. Al llegar baja del carro y camina a su habitación, mientras pensaba en las grandes cantidades de dinero que había logrado obtener bajándole el sueldo a su proletariado. Se reía en su interior con solo recordar las caras de desesperación de los obreros en África que necesitaban el dinero con tanta necesidad, que accedieron a trabajar para él, a pesar de las condiciones precarias en las que tendrían que trabajar. Llega a su habitación y se recuesta en su cama. Un hombre de negocio, rico y soltero como él, puede estar ocupado en el día, pero también puede tener noches de paz y tranquilidad. De pronto, se levanta de su cama para agarrar su carta. La toma de su chaqueta, y la aprieta en su pecho. Allí estaba con su preciado tesoro, la acariciaba lentamente, sus dedos se deslizaban en cada esquina de la carta. Tocaba cada diamante y lo contaba en voz baja, en un susurro. Pero algo estaba mal. Había hecho este “ritual” todas las noches desde que poseía la carta, y algo no iba de acuerdo con el procedimiento. ¡La carta era más liviana! Eran las tres de la mañana, pero no le importaba. Agarró su celular, marcó los dígitos necesarios, tarea que resultó difícil por los temblores de sus dedos por la ansiedad. El conocido Charles Raymond, experto en joyas, llegó a su casa al cabo de tres horas, pues vivían en la misma ciudad. Charles Raymond le dice a Richwater:”Mi estimado Sr. Jackomo, me temo que esta carta es una réplica.” El hombre adinerado, en el punto exacto de su perfecta desesperación, grita con todas sus fuerzas desde el fondo de su frustrado corazón. Sin esperar un minuto más, el rico manda asesinos a matar al mago, pues sabía que la carta con la que había asistido al espectáculo era la original. Esa noche, Richwater no podía dormir. Cuando el cuerpo tiene un corazón lleno de rencor y la sangre hierve de odio, la mente quiere estar despierta porque está esperando algo. Y ese algo era la muerte de Piero Macciottini. Estuvo así toda la noche, porque los asesinos no llegaban. Jackomo sabía que había esperado horas, y su reloj no lo desmentía, pues le decía que eran las 6.00 a.m. No soportaba estar quieto, así que abrió las persianas y ante sus ojos estaba el más grande milagro de toda su vida. Los matones no eran lo único que demoraban en llegar, pues el sol tampoco salía. Aquella luna llena era la misma que había cuando se subió a su limosina. Lleno de pavor, retrocedió, y perdiendo el equilibrio se tropezó y cayó al suelo, todo esto sin dejar de mirar la luna. -¿Sorprendido? –dijo a sus espaldas Piero Macciottini. Cuando Richwater volteó la cabeza, Piero ya no estaba ahí. Para ser más precisos, nada estaba ahí, solo una inmensa oscuridad. En su desesperación por ver algo, regresó la cabeza a su posición normal, porque en esa dirección él sentía el calor de una luz. Se dio cuenta que debajo de él había una silla, a la altura de su abdomen una mesa, en sus narices una esfera de colores con un destello de luz inolvidable, detrás de ésta un hombre sonriendo y de la boca de éste hombre se oía decir: “Hipnosis completa, truco terminado”.


Piero Macciotta
Rodrigo Loo

El Taxi Misterioso

Francisco estaba viendo su programa favorito, como lo hacia todos los días. Eran las cuatro de la tarde y ya estaba oscureciendo. Él no había almorzado, pues había llegado tarde del colegio. Francisco apagó la televisión, dejó el control al lado y se paro, dispuesto a ir a la cocina para almorzar con su mamá. 
Cuando estaba a la mitad del camino hacia la cocina, sonó el intercomunicador. Al principio dudó pues pensaba que su madre respondería, pero al final terminó llendo. Al contestar el intercomunicador una voz desconocida para él le hablo: “Buenos días, taxi Satelital ¿está el señor Francisco? Francisco estaba sorprendido porque no había pedido ningún taxi. Al principio pensó que era una broma, pero al final salió a recibir el taxi.
Francisco sin pensar lo que estaba haciendo caminó hacia el taxi y se subió. Inmediatamente el taxista prendió el motor, preparo su GPS y comenzó a manejar. Francisco no sabía a dónde iba ni cuándo llegaría. Pasando Surco llego a Miraflores, cada vez más cerca al océano Pacifico. Ahora, en la avenida Arequipa, cruzo el Plaza Vea y el taxi se paro en frente de la academia francesa.
Francisco no sabía qué hacer, el taxista le dijo: “Señor son 15 soles”. Francisco entró en pánico, se metió la mano al bolsillo en busca de dinero, sin encontrar nada. El ahora estaba asustado, no sabía lo que le diría al taxista y su primera reacción fue ver si la puerta tenia seguro. Al ver que no tenía, Francisco tomo un largo aliento, abrió la puerta y salió como una bala, metiéndose en la academia francesa.
En la academia francesa, Francisco escuchaba los gritos del taxista “¡Ladrón! ¡Ladrón!” Lo único que pensaba en ese momento era adentrarse en la academia para perder al taxista. Él estaba maravillado por la hermosa arquitectura de la academia, caminaba lento y asombrado. Veía mucha gente pasar: altos, bajos, morenos, blancos, chinos, mongoles, entre otros. La academia era bastante grande por lo que se perdió fácilmente en ella. Habían demasiados salones y demasiadas personas.
En el asombro de Francisco, él se chocó con una profesora, tirándola al suelo. La profesora se levantó rápidamente y molesta dijo: “¡Brady! ¿Qué haces fuera de clases?” La profesora no dejo a Francisco explicarle que el no era Brady, lo cogió de la mano como si fuera un bebé y lo comenzó a jalar hacia un salón de clases.
Él no sabia a donde lo llevaba, pero no opuso resistencia. Avanzaron dos metros hacia adelante doblaron a la izquierda y subieron unas escaleras hacia unos pasadizos largos y frios que albergaban muchos pequeños salones. Caminaron 10 pasos a la derecha, hacia la puerta del salón 238-Z4. Tocó la puerta y un profesor joven de una talla media con cara muy amigable abrió la puerta.
Francisco entró a la clase y se quedo parado temblando en el medio. El profesor al verlo le dijo:
-Toma asiento Brady. Estamos hablando sobre la guerra de Siria.
-¿Pero qué tiene que ver esto con francés?
-Em… Nada, pero es entretenido ¿No?
-Profe sigue contando pe- dijo un alumno
El profesor siguió contando sobre la guerra de Siria, mientras Francisco examinaba su clase. Era una clase bastante chica, con cinco alumnos incluyéndose a él. Las paredes eran de un color blanco con lámparas de luz amarilla que daba una impresión de calidez.
Francisco estaba muy aburrido pues no entendía nada, ni del francés ni de la guerra. De un momento a otro, sus ojos se le cerraban, hasta que en un momento no aguanto más y se quedó dormido
Él estaba en un supermercado, comprando pallares para el almuerzo. Lo extraño de esto es que solo había un señor en todo el lugar y este estaba en todos lados. Cruzaba los diferentes secciones, siempre observando y siguiendo a Francisco a todos lados. Él perdió la calma y comenzó a correr impetuosamente alrededor del supermercado. El hombre nunca lo perdía de vista y Francisco se comenzó a desesperar. El hombre de la nada comenzó a gritar “Bra, Bra, Bra”.
-¡Brady!  ¡Brady!  ¡Brady! Has llegado tarde, te has dormido y es tu primer día- dijo el profesor molesto.
Francisco se levantó, sentía un poco de baba seca en su cachete y tenía el salón mirándolo.
-Perdón profesor pero no soy Brady-
-Déjate de tonterías malcriado, ¡Siéntate!-
-Profesor, no soy Brady. Me metieron a esta clase por error-
-¿Qué?-
-Si profesor, me llamo Francisco-
-Tu malcriadez es máxima, anda a la dirección-
Francisco asustado salió picándola del salón. Leía los letreros en francés sin entender nada. Comenzó a dar vueltas en círculos, pero no se daba cuenta.
Pasado un tiempo, Francisco estaba agotado y asustado, no sabía qué hacer. Ya eran casi las ocho de la noche y estaba perdido, se sentó en un banquito al lado de una pileta y se puso a pensar cómo llegó a esa situación. Instantáneamente, Francisco sintió un vibrar en su pecho, se metió la mano en la chompa y encontró que tenía su celular en el bolsillo. De todo lo ocurrido se había olvidado de que estaba ahí.
Su única esperanza estaba en sus manos, desbloqueo el celular, puso su lista de contactos y marco el numero de su madre.
-Alo mamá-
-Donde habías estado Francisco, estaba muy preocupada-
-Mamá estoy en la academia francesa, por favor recógeme-
-Ok Ok, espérame en la entrada-
El problema que tenia ahora era encontrar la salida, caminó varios pasos hacia adelante y se dio cuenta que por ahí no era, se volteó y se dio cuenta que todo el tiempo tenía la salida a sus espaldas. Él salió y vió al taxista reclamándole al portero. Había estado 2 horas esperándolo afuera.

Francisco salió corriendo encontrando el carro de su madre a una cuadra. Se trepó al carro y sintió un gran alivio. Por fin llegaría a su casa.

Integrantes: Santiago Bravo de Rueda y Francisco Correas

La segunda etapa

La segunda etapa

Me desperté con cierta angustia, porque sabía que hoy era mi primer día de colegio. Miré por la ventana y vi al sol saliendo por los cerros. Una vez parado, me dirigí al baño para tomar una ducha. Ahí me desvestí y traté de abrir el caño de la ducha pero al girarlo no salió agua. No le tomé importancia, me vestí para ir a mi primer día de colegio. Ya cambiado, bajé las escaleras y fui a la cocina para prepararme un emparedado. Abrí el refrigerador y me acordé que la noche pasada pedí pizza, así que abrí el taper, cogí un par de pedazos y los calenté en el microondas. Mientras la pizza se calentaba y me servía un vaso de agua, mi padre bajó, me saludó, me dio suerte en mi primer día de clases y se despidió, retirándose a su trabajo. Al momento en que mi padre se fue, el microondas sonó, avisando que la pizza ya estaba caliente y abrí el microondas y retire el plato con la pizza. Con el plato y vaso en mano, me fui a la sala a comer, la cual estaba al costado de la cocina y tenia un televisor. Me senté al momento que prendía el televisor, y una vez sentado, puse el noticiero mientras comía pizza. Una vez en al canal, vi una noticia de una matanza en alguna parte de Asia y no podía comprender como la gente se podía matar entre sí. Dirigí la mirada al reloj y me asuste al ver que estaba tarde, así que apagué el televisor y subí corriendo al baño para lavarme los dientes. En el baño, mientras me lavaba los dientes vi por la ventana que el bus escolar había llegado, por lo que fui a mi cuarto por mi mochila, bajé las escaleras, abrí la puerta y me detuve a la puerta del bus, el cual abrió las puertas al verme para que pueda subir. Una vez dentro, empecé a buscar un asiento al mismo tiempo que veía a mis compañeros felices, conversando y riendo, seguramente de alguna de sus experiencias veraniegas.
Al no encontrar a ningún conocido, opté por sentarme en la parte del fondo, solo, porque no parecía simpatizarle a nadie. Me senté pegado a la ventana y me dispuse a buscar mi reproductor de música y mis audífonos, los cuales encontré, me los coloqué y escuché música todo el camino al colegio mientras me preguntaba como hacían todos para ser felices. Esta pregunta me rondó por la cabeza todo el tiempo que estuve solo en el bus.
Después de un tiempo en el bus, llegué al colegio. Al bajar, subí la cabeza y lo primero que divisé fue a mis mejores amigos. Empecé a acercarme a ellos y uno de ellos me vio dirigiéndome a donde estaban ellos. Él al parecer le aviso a sus otros amigos que me estaba acercando y a mi sorpresa, todos se fueron lejos de mí. Me detuve al ver su reacción y miles de cosas pasaron por mi cabeza, pensando qué pudo haber pasado. Me veía triste y solo al ver como todos pasaban y de algún u otro modo me sentía ignorado en invisible frente a los demás. Decidí afrontar la situación e ignorar todo, así que me arme de valor y fui caminando a la puerta principal del colegio para luego dirigirme a mi primera clase, arte. Una vez dentro, en el pasillo, llendo a mi casillero, vi a los bravucones del colegio, golpeando y dándoles la bienvenida a los nuevos. No me quedaba otra opción que pasar al lado de ellos, así que aferrado a mi mochila, decidí que era mejor no ir por mis cuadernos e ir directamente al salón de arte.
Llegué al salón con la sangre helada y me di cuenta que todos los asientos estaban llenos porque llegaba tarde, así que tuve que sentarme nuevamente solo en la parte del fondo del salón.
Terminada la clase, salí al comedor, mientras caminaba por los pasillos viendo salir a todos los alumnos de clase. Subí por las cortas escaleras las cuales estaban repletas de gente. Subir esos cinco escalones causó mucho esfuerzo, me tropecé y las personas pasaron sobre mí como si no estuviera tirado sobre los escalones. Me arrastré hasta el segundo piso, me tiré boca arriba y estiré mis brazos y piernas. Voltié mi cabeza hacia las escaleras y me di cuenta que no era el único que se había tropezado, por lo menos habían otras quince personas tiradas en el suelo.
Llegué al comedor. El menú del día constaba de ensalada, lentejas con arroz y gelatina. Me paré en la fila, tome mi bandeja y esperé hasta que llegara mi turno para que me sirvan mi almuerzo. La fila avanzaba rápidamente y ya no faltaba mucho para que sea mi turno. De repente, un grupo de bravucones se pusieron delante de mí. ¿Qué podría decirles? No quería quedar mal, que me pegaran, en el primer día de clases. Así que esperar nuevamente hasta que se fueron.
Una vez servida mi bandeja, empecé a buscar una mesa vacía mientras caminaba. Tras la intensiva búsqueda, divise a lo lejos una mesa vacía, a la cual me acerqué y me senté.
Ya instalado en la mesa, dos chicos se acercaron y me preguntaron si se podían sentar conmigo. Me sorprendí al escuchar la pregunta, porque la gente simplemente se sentaba en tu mesa y no te preguntaba si podían sentarse junto a ti. Traté de ser lo más amable posible, diciéndoles que sí. Tras mi respuesta el chico se sentó al frente mío y la chica al costado de él.
-Hola extraño, ¿cuál es tu nombre?- dijo el chico
-Rob, Rob Jones, mucho gusto, ¿y ustedes?
-Yo soy Alex y esta es mi hermana Emma.
-Mucho gusto- dijo ella
Me quedé estupefacto cuando habló, la miré por un segundo y mi corazón se detuvo, era la chica más bonita que había visto en mi vida.
Todo el tiempo que estuvieron junto a mí, miraba a Emma de reojo y sentía una felicidad tremenda y me preguntaba si es que por fin alguien había dejado de ignorarme y había decidido volverse mi amigo.
Al terminar el almuerzo, un triste pensamiento recorrió mi cuerpo al pensar que me iba a quedar nuevamente solo. Todos estos pensamientos se dieron en el tiempo que Emma y Alex se iban. Cuando Alex guardó la silla, no le pensé y le dije:
-Alex, tengo que decir algo… La verdad es que me siento solo y siento que todos me ignoran…- dije pausadamente
-Sí, tranquilo yo también he pasado por eso. No te preocupes ya pasará.
-No, no me refería a eso. Lo que les quería decir, aunque suene ridículo, ¿me podrían aceptar como su amigo?
-Sí, claro como no- dijeron los dos con una sonrisa en la cara.
-Gracias…
  Llegué lo más rápido a casa, ignoré a mis padres y no los saludé, subí tan rápido como nunca las escaleras, crucé el pasillo de mi segundo piso esquivando la ropa sucia y algunos libros tirados y por fin llegué a mi cuarto. Cerré la puerta y busqué en mi mochila mi reproductor de música. Lo saqué y me dispuse a desenredar los audífonos, mientras me echaba boca arriba en mi cama. Todo el tiempo que estuve en la cama, pensé acerca de mi primer día y de los amigos que conocí. Estaba enamorado, era eso lo que creía. Un sentimiento así, no lo recordaba tanto como en segundo grado, cuando conocí a una chica llamada Helena.
Me desperté y ya era tarde. Con un cansancio tremendo, traté de recordar en que momento me había quedado dormido, mas no lo logré. Opté por volver a dormir, pero sin los audífonos puestos.

De repente, me desperté. Me sentía un poco raro porque me había dormido con la ropa con la que me fui al colegio, estaba en pijamas. Estaba un poco asustado, pensé que había ido a una fiesta y había tomado mucho, pero no fue así, al ver en mi pared fotos mías en el día de graduación junto a Alex y Emma recordé que yo, Rob Jones, ya estaba graduado y estaba postulando a una universidad. Todo lo que me había pasado desde mi regreso a clases después de vacaciones fue solo un sueño.

Náufrago

Desperté agotado. Me pesaban los ojos. Mi lengua estaba reseca. Me levante con dificultad, y una vez parado, abrí los ojos. Veía las costas de los que parecía ser una isla. Mire al otro lado: había un bosque frondoso. Revise mis bolsillos, todo se había ido. No sabía cómo había llegado aquí, ni que había pasado con mi familia. ¿Habrán sobrevivido? ¿Estarán muertos? Solo Dios lo sabía.
Por mi cabeza rondaban miles de preocupaciones, cuando me cuenta de la terrible verdad: Estaba perdido en una isla tropical. No sabía que hacer. Mi garganta ardía, necesitaba agua lo mas rápido posible. Corrí hacia el mar y estabas dispuesto a beber de allí. Esto fue hasta que me di cuenta que era agua salada, lo que me volvería mas sediento. Necesitaba otra fuente de agua, y por ello decidí explorar la jungla.
Empecé a caminar en dirección por la senda que marcaba los cocoteros, sin tener alguna noción del tiempo. Estaba descalzo, por lo que insectos me mordían los pies y se alimentaban de mi sangre. Me quedaba sin energía. El sol estaba en su punto más alto y mi sed aumentaba. Mi cuerpo estaba por rendirse cuando escuche lo que parecía der sorbos. Me calle, ya que quería saber de dónde provenía ese dichoso ruido. ¿Podría ser otro ser humano? ¿Podría ser un animal? Quizás, ¿todo era fruto de mi imaginación?
Di tres pasos y pude verlo, tomándose lo que podía ser mi salvación. Era un ave de majestuosa plumaje multicolor, con un pico brilloso y ojos verdes. Me acerque lentamente a él, procurando que mis pasos sean silenciosos. Di dos pasos y me dispuse a tomar el agua de coco. De repente, el pájaro comenzó a aletear furiosamente, causándome un gran susto. Como el pájaro estaba dispuesto a atacarme, decidí calmarlo con mis palabras:
-¡Tranquilo amiguito!- le dije.
En ese momento el loro comenzó a pronunciar la siguiente frase:
-¡Alerta! ¡Alerta! ¡Larry! ¡Larry!
Ello me dejo sin palabras. ¿Cómo aprendió esas palabras? ¿Habían otros humanos en esta isla? ¿Quién era Larry?
Después de meditar un momento, decidí quedarme con él. El podría ser mi única esperanza para encontrar a otro humano. Estire mi brazo y, sorprendentemente, el ave se paro sobre él. Tomamos un poco de agua de coco y empezamos a dormitar.
Desperté repentinamente por lo que parecía ser un trueno. Cogía al ave y comencé a correr sin dirección. Di tres pasos y tropecé. Me costó levantarme, pero cuando lo hice, la vi. Un agujero en medio de un monte que parecía ser una cueva. Llegamos a esta en cinco segundos aproximadamente. Al llegar la tormenta se enfureció aun más. Por lo menos, estábamos a salvo. Pasamos la noche en la cueva sin percatarnos de lo que había dentro.
Al despertar, no encontré al ave a mi costado. Me levante con dificultad y pensé que se había ido. Di un par de pasos y salí de la cueva. Una vez fuera, grite el único nombre que se me vino a la mente:
-¡Larry! ¡Larry!
Luego de gritar por segunda vez, escuche un aleteo que venía de la cueva. El ave respondió a mi llamado, por lo que decidí ponerle ese nombre. Vi de donde vino Larry cuando se paro en mi hombro, pude ver lo restos del que pudo haber sido una fogata. Camine lentamente en dirección a la zona, mientras pensaba en lo afortunado que sería si esos rastros me indicaran que otros humanos podrían estar pisando las mismas tierras que yo. Al llegar me agache con tranquilidad y esparcí las cenizas que delataban lo que realmente fue en el pasado: una fogata. Empecé a respirar con dificultad ya que sabía que las probabilidades que sobreviviese aumentaban mas de lo que esperaba en 5 cortos segundos. Cuando en ese preciso instante se me entro a la cabeza que los seres que me estoy imaginando fueran civilizados o en el otro caso, caníbales.
La idea de cazar no me sirvió para olvidar el terror que reinaba en mi para los seres que aun no conocía. Las 2 vizcachas, 5 cocos y el venado, calmaron enormemente el hambre. Larry empezó a juguetear con la corteza de los cocos, bebiéndose hasta la última gota. Me levante con bastante dificultad y llame a mi loro. Luego, salimos de la cueva y divise a lo lejos una cortina de humo negro. Tan pronto la vi, supe que había alguien mas en la isla. Corrí lo más humanamente posible. Mientras corría, por mi mente pasaba solo una palabra: supervivencia.
No había rastro de vida. Después de revisar toda la zona, solo encontré cabañas de paja vacías. Solo pude encontrar algo útil en el  centro de la aldea. Ahora estábamos sentados frente a un pozo de agua dulce, rodeado de animales que podrían haber sido sacrificados en el altar de fuego. Larry y yo aprovechamos el agua dulce y los restos de animales rostizados para satisfacernos. Solo cominos un bocado, cuando en ese preciso instante escuche un leve zumbido que venia del cielo.
Era un helicóptero que se acercaba a una velocidad increíble. Larry no pudo soportar el ruido. Se acurruco contra mi (lo que para mi fue un símbolo de despedida) y se fue volando. Vi como sus pequeñas alas subían y bajaban al ritmo del sonido del helicóptero mientras desaparecía dentro del bosque. No podía perder a mi único amigo, el que me mantuvo cuerdo y seguro durante mi odisea. En mi mente solo pensaba que mi rescate, mejor nunca hubiera llegado, pero sabía en el fondo que quizá ya no pudiese sobrevivir más de dos días en esa isla. El helicóptero descendió y aterrizo al frente mío. Mire la estructura de metal y no pude contener el llanto, al segundo se abrieron las puertas y descendieron dos hombres corrieron en mi auxilio, tras cinco pazos, los hombres me cargaron con delicadeza y me animaron a caminar. En el camino solo pensaba en mi pájaro.
-¡Larry! ¡Larry!- grite con todas mis fuerzas. Gire la cabeza y vi a mi animal parado en el borde del pozo con lo que parecía ser su esposa. Mis lágrimas no paraban de salir hasta que quede inconsciente.
  
Brady Menéndez y Gonzalo Hervias 

Sospecha inesperada

Una mañana de invierno, mientras que todos dormían plácidamente, el patrón de la casa se levanta, apaga lentamente el despertador y se dirige tranquilamente hacia la cocina. Se sirve una taza de café, coge un pan con jamón y prende la televisión para alegrar el ambiente solitario. Se sienta en la mesa con su desayuno servido y coge el periódico del costado para echarle una hojeada.

Ya con la barriga llena, se dirige a su lujoso auto para ir al banco como todos los días. Abre la puerta del patio trasero y baja las escaleras hasta el garaje. Se sube a su auto, lo prende, espera un minuto y abre la puerta levadiza con un solo 'click'.

Luego de diez minutos, llega al banco e ingresa por la puerta principal como todos los días. Una vez adentro, se dirige al cajero automático.

En el cajero, introduce los siete dígitos de su clave para verificar su cuenta, como siempre. Eligió la opción correcta esperando que todo esté en orden. Sin embargo, no encontró lo que esperaba.

- ¿Qué pasa? - se dijo a sí mismo -, pues notó algo raro en el sistema.

Continuamente, una voz robótica salió dentro del cajero diciendo:

- Estimado cliente, su cuenta se encuentra vacía.

Al oír esto, Julio Ignacio se sintió paralizado de pies a cabeza; sintió que su corazón latía a cienmil por hora. Decide contener su pena para no hacer tanto escándalo, pero no puede, y grita.

En ese mismo instante, Julio Ignacio, preocupado de que algo le pueda pasar a su familia, corre a su auto y conduce hacia su mansión. En el camino, piensa en llamar a la policía, pero decide resolverlo él mismo.

Al llegar a casa, entra ansioso por la puerta trasera para verificar que toda su familia se encuentre bien. Mientras caminaba hacia la sala, se encuentra con Yamilé, la sirvienta.

- ¿Le pasa algo señor? Se ve preocupado. - le dice -.

- No, nada, estoy bien. - responde -, y sigue su camino.

Se encontraban los cinco miembros de la familia en su casa mirando una película. Se siente aliviado, pero nota una conducta distinta en su hija mayor, Katerina. La ve algo cabizbaja y preocupada. Esto genera una ligera sospecha en la mente de Julio Ignacio. Algo pensativo, sale de la habitación para solucionar su problema. No se le ocurría otra persona de la cual sospechar, ya que, además de su conducta, era una compradora compulsiva. Debido a esto decide vigilarla y seguirla cautelosamente a donde vaya.

Al día siguiente, no se levantó tan temprano como de costumbre y esperó, leyendo el periódico, a que su hija se levante.

Luego, escuchó el estruendo de la puerta al cerrarse y dedujo que Katerina había salido. Rápidamente, agarra las llaves de su auto y va en su persecución. Ve que Katerina se sube a un Ferrari rojo de dudosa procedencia y decide seguirlo.

Luego de media hora de trayecto, se da cuenta que había llegado a la casa del novio de su hija que nunca había conocido. Él se queda media cuadra atrás sin ser visto y ve que entran a la casa.

Después de esperar una hora, la pareja sale de la casa con unas maletas en las manos. Al ver esto, sospecha aún más y espera a que suban a su auto. Ponen lentamente las maletas en la parte de atrás del auto. El Ferrari arranca e inmediatamente Julio Ignacio va detrás de ellos.

Durante el trayecto, nota algo familiar en el recorrido. Mientras manejaba recordaba el viaje que realizó con su familia a las Islas Canarias. De pronto, se dio cuenta que era el camino hacia el aeropuerto.

Pasada una hora, llegan al aeropuerto. El ambiente estaba transitado, todos estaban apurados por llegar a su destino. Entre ellos se encontraban Katerina y Marco, su novio.

Katerina se sentía algo incómoda y preocupada, y volvió a pensar si lo que estaba haciendo era lo correcto. Era tarde para volver atrás así que continuó su camino. Se le estaba haciendo tarde para llegar al avión y empezó a correr, pues ya eran cinco y media y su vuelo partía a las seis.

Mientras corrían, escuchó a lo lejos una voz masculina que pronunciaba su nombre.

- ¡Katerina, Katerina!

Pudo reconocer que era la voz de su padre. No sabía qué hacer en ese momento. No sabía si voltear o correr más rápido, así que optó por lo segundo.

Llegó al mostrador donde se encontraba la encargada de recibir los boletos. Había una cola enorme y decide pasar como embarazada para ir más rápido.

- Su ticket, por favor. - dice la señorita -.

- Aquí está. - responde -, y se lo entrega.

Igualmente lo hace su novio y ambos corren por la manga hacia en avión.

Finalmente, llegaron y se sentaron en el avión. Ahí, Katerina se sintió a salvo y tranquila.

Cuando el avión estaba a punto de despegar, se escucha por los parlantes un anuncio:

- Señorita Katerina de la Vega y compañía, diríjase rápidamente al departamento de policía.


Por: Mariana Venegas, Valeria Romero y Daniella Jibaja