Alfred
se despertó, como todos los días, después de una noche muy alocada. Rápidamente
se paró de su cama y se agachó para buscar sus pantuflas que estaban debajo de
ella. Se las puso y dio cinco pasos en dirección al baño de su cuarto. Abrió la
puerta e ingreso al baño. Ya adentro se desvistió lentamente, pensando en lo
que tenía que hacer más tarde en su nuevo trabajo. Se metió a la ducha, y ahí giró
la llave de agua caliente, sin darse cuenta. Instantáneamente, un chorro de
agua cayó a sus bellos ojos de color azul. Esto ocasionó quedará
un grito al cielo. Fue un grito intenso. Como sintió un gran ardor en los ojos,
perdió la estabilidad y la visión, por ese instante. Al perder el equilibrio,
trato de aferrarse a la cosa más cercana. Desafortunadamente, la mano del joven
tocó la jabonera y esta se cayó. Como el piso se puso resbaloso, Alfred, quien
ya había perdido el equilibrio, trato de recuperarlo apoyándose de la pared mojada.
Sin embargo, no pudo evitar caer al resbaloso piso.
La
querida madre de Alfred, al escuchar los gritos de Alfred hace unos segundos
desde el escritorio, se paró de su silla y empezó a correr lo más rápido que
pudo en dirección al baño. En el camino al toilette, tropezó con una muñeca de
su hija menor, una Monster High. La
acción de caer le dolió mucho, sin embargo, ella, al estar tan nerviosa por el
alarido de su querido hijo, se paró fugazmente. Ni se preocupó del dolor.
Siguió corriendo con toda su alma hasta que llegó al cuarto de baño.
Giró
la manija y empujó la puerta fuertemente, para suerte suya, no estaba asegurada
con llave. Al ingresar, vio el agua que aun corría por la ducha teñido de rojo.
Se puso a llorar de miedo, pues creía que su retoño había perdido la vida. Aún
sollozando, moqueando y lamentándose por el poco tiempo que compartió con su
hijo en su vida, juntó su boca con la de Alfred y empezó a darle respiración
boca a boca, pensando que así podría
devolverle la vida.
A
pesar que lo hizo apresuradamente, la respiración boca a boca surgió algo de efecto, por lo que continuó haciéndola. Ella
fue una enfermera practicante cuando era joven, por lo cual tenía algunos
conocimientos guardados. El efecto de este método curativo fue eficaz al
inicio, sin embargo, esta se fue yendo conforme iba avanzando el procedimiento,
tal vez por los excesivos nervios de la madre.
En
su habitación, Mariela cogió su celular iPhone
5S de su cartera Louis Vuitton, y
velozmente empezó a marcar el número telefónico del establecimiento médico más
cercano, mientras continuaban cayendo lágrimas de mejilla. Por lo tan
desasosegada que estaba, no pudo evitar que el producto de Apple se le resbalara de las manos. El Smartphone cayó
estrepitosamente al piso. Ella lo recogió al instante y trató de marcar
nuevamente el número telefónico, pero se percato que ya no funcionaba.
Desesperada y con toda la tensión, decidió correr hacia el teléfono fijo.
En
el camino hacia el teléfono fijo, en las escaleras, se tropezó violentamente,
ya que perdió la estabilidad porque estaba con tacos muy altos. Cayó al piso de
cara, y rápidamente se puso a gritar de dolor. De pronto, vio sangre en el
piso. Se había roto la nariz. Esto hizo que gritara aún más, y con mucho más
volumen, a la vez que salían innumerables lágrimas de sus ojos color azul.
La
vecina de los Frankfurt, doña Martínez, al escuchar los atroces gritos de su
vecina Mariela, no dudo y en un segundo se paró de su cama, se puso sus
sandalias y cogió el teléfono de su mesa de noche para marcar el número de los
policías. Pensó que habían entrado malhechores a robar en su casa.
Los
policías eventualmente llegaron a la casa de los Frankfurt. El comisionado
Gordon toco el timbre. Estuvo esperando mientras pensaba en su hijo, Benson
Jonathan, que acababa de nacer hacía apenas 3 horas. Al ver que nadie le abría
la puerta, tomo la drástica decisión de patearla. La puerta cayó en pedazos. El
comisionado Gordon y su escuadrón corrieron fugazmente hacia el comedor, lugar
del cual doña Martínez había escuchado la bulla. Efectivamente, ahí se
encontraba tirada la Sra. Frankfurt, con el tabique roto y manchada de sangre,
boca arriba y aparentemente sin vida. El paramédico que los acompañaba fue
rápidamente a auxiliarla y, a simple vista, corroboro lo pensado inicialmente.
Dijo que estaba muerta. Además del tabique roto, se había roto la cabeza y se
desangro. Finalmente, los policías empezaron a dar un recorrido minucioso por
la casa. Todos estaban muy atentos, inspeccionando en todo lugar posible.
Llegaron al baño y ahí vieron al cuerpo de Alfred, que yacía tirado y sin vida, en la ducha ensangrentada.
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