Ingrid Farret
Ingrid Farret despertó un poco mareada.
-Debe ser el bebé-pensó
Sintió entre sus piernas algo cálido, y
se sentía entumecida.
-No de nuevo, por favor.-dijo desesperada
Levantó las sábanas con sus frías y
temblorosas manos, y por tercera vez en el año observó cómo la sangre se
expandía lentamente y la vida que consigo llevaba, se esfumó también.
Como por instinto, se paró lentamente y
con dificultad, se dirigió hasta el baño, se miró al espejo y se lavó la cara
sintiendo el alivio del agua y la
amargura de las lágrimas.
Se reincorporó y regresó a la habitación
sacando las sábanas ensangrentadas, sin dejar rastro. Sin intención alguna,
Ingrid Farret pudo sentir la incontrolable ira que se generaba en todo su ser.
-Todo es tu culpa-reclamó
Sujetó al inconcebido y sin piedad alguna
lo arrojo a una caja.
-¿Y ahora qué?-pensó
-Solo ha pasado un mes, de seguro no se
dará cuenta-se dijo a ella misma.
Ingrid Farret, apoderada de la locura, se
dirigió al bosque con una caja y sábanas ensangrentadas, quemando el último
recuerdo de su hijo no nacido.
Hugo Farret entró a su casa tranquilo
como siempre, pero con esa dura mirada. Se dirigió a su esposa con un beso y
una caricia en su vientre.
-¿Cómo está el pequeño?-preguntó
-Con antojos-dijo ella mostrando una
pequeña sonrisa.
Ambos sonrieron y Hugo Farret decidió
llevar a su querida esposa a cenar. No era de sorprender, a pesar de su duro
carácter, la había consentido en todo lo posible desde su primer embarazo.
Al día siguiente, Ingrid Farret se
despertó muy temprano, se despidió de su esposo y se dirigió al pueblo; estaba
en busca de su primo.
-No recordaba este lugar-pensó ella
Se dirigió a la hermosa casona y se quedó
parada en el porche por un momento.
-Voy a hacer esto de una vez-dijo ella
Tocó la puerta tres veces y esperó.
Después de esperar un par de minutos, la puerta se abrió lentamente y se asomó
Roger Canville.
-¿Qué haces aquí?-dijo él
-¿Así saludas a tu prima, después de todo
lo que ha hecho por ti?-dijo ella
-¿Alguna vez podrás olvidar el pasado?,
pasa y siéntate-dijo él-Voy a preparar té.
Ingrid Farret se dirigió a la sala
principal y contempló la hermosa estructura del lugar.
-Veo que te gusta-dijo él sirviendo el té
-Claro que sí, mi esposo se esfuerza en
todo lo que hace-respondió con una sonrisa maliciosa.
Se sentaron y se podía percibir un aire
de tensión.
-Ya, en serio, ¿qué haces aquí?-dijo
Roger Canville rompiendo el silencio
-Voy a decirte esto sin rodeos, vengo a
hacer un trato-dijo ella después de tomar un sorbo de té.
Tottenham estaba iluminado por el cálido
sol de verano y la brisa acariciaba el hermoso jardín de los Farret. Hugo se
quedó contemplando cómo su hijo daba sus primeros pasos. Por primer vez,
irradió ternura y felicidad en sus ojos.
Ingrid contempló la escena de su hijo
aprendiendo a caminar con su esposo cuando el terrible recuerdo que escondía se
apoderó de su mente.
-Si no lo hubiera hecho, él me hubiera
abandonado-pensó ella.
-Vengan adentro querido, el almuerzo ya
está listo-dijo ella
Hugo y su hermoso niño se dirigieron al
comedor, donde una deliciosa merienda los esperaba.
-Gracias por todo-dijo él
Es así como Ingrid Farret dejó atrás el
morboso acto que cometió con su primo por temor a ser abandonada.
Pasando una hermosa tarde, los Farret
vivieron felices para siempre.
-Por Carolina del Pozo y Marisol Chang
Es un cuento triste, pero interesante. El final el inesperado.
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