La segunda etapa
Me desperté con cierta
angustia, porque sabía que hoy era mi primer día de colegio. Miré por la
ventana y vi al sol saliendo por los cerros. Una vez parado, me dirigí al baño
para tomar una ducha. Ahí me desvestí y traté de abrir el caño de la ducha pero
al girarlo no salió agua. No le tomé importancia, me vestí para ir a mi primer
día de colegio. Ya cambiado, bajé las escaleras y fui a la cocina para
prepararme un emparedado. Abrí el refrigerador y me acordé que la noche pasada
pedí pizza, así que abrí el taper, cogí un par de pedazos y los calenté en el
microondas. Mientras la pizza se calentaba y me servía un vaso de agua, mi
padre bajó, me saludó, me dio suerte en mi primer día de clases y se despidió,
retirándose a su trabajo. Al momento en que mi padre se fue, el microondas
sonó, avisando que la pizza ya estaba caliente y abrí el microondas y retire el
plato con la pizza. Con el plato y vaso en mano, me fui a la sala a comer, la
cual estaba al costado de la cocina y tenia un televisor. Me senté al momento
que prendía el televisor, y una vez sentado, puse el noticiero mientras comía
pizza. Una vez en al canal, vi una noticia de una matanza en alguna parte de
Asia y no podía comprender como la gente se podía matar entre sí. Dirigí la
mirada al reloj y me asuste al ver que estaba tarde, así que apagué el
televisor y subí corriendo al baño para lavarme los dientes. En el baño,
mientras me lavaba los dientes vi por la ventana que el bus escolar había
llegado, por lo que fui a mi cuarto por mi mochila, bajé las escaleras, abrí la
puerta y me detuve a la puerta del bus, el cual abrió las puertas al verme para
que pueda subir. Una vez dentro, empecé a buscar un asiento al mismo tiempo que
veía a mis compañeros felices, conversando y riendo, seguramente de alguna de
sus experiencias veraniegas.
Al no encontrar a ningún
conocido, opté por sentarme en la parte del fondo, solo, porque no parecía
simpatizarle a nadie. Me senté pegado a la ventana y me dispuse a buscar mi
reproductor de música y mis audífonos, los cuales encontré, me los coloqué y
escuché música todo el camino al colegio mientras me preguntaba como hacían
todos para ser felices. Esta pregunta me rondó por la cabeza todo el tiempo que
estuve solo en el bus.
Después de un tiempo en el
bus, llegué al colegio. Al bajar, subí la cabeza y lo primero que divisé fue a
mis mejores amigos. Empecé a acercarme a ellos y uno de ellos me vio
dirigiéndome a donde estaban ellos. Él al parecer le aviso a sus otros amigos
que me estaba acercando y a mi sorpresa, todos se fueron lejos de mí. Me detuve
al ver su reacción y miles de cosas pasaron por mi cabeza, pensando qué pudo
haber pasado. Me veía triste y solo al ver como todos pasaban y de algún u otro
modo me sentía ignorado en invisible frente a los demás. Decidí afrontar la
situación e ignorar todo, así que me arme de valor y fui caminando a la puerta
principal del colegio para luego dirigirme a mi primera clase, arte. Una vez
dentro, en el pasillo, llendo a mi casillero, vi a los bravucones del colegio,
golpeando y dándoles la bienvenida a los nuevos. No me quedaba otra opción que
pasar al lado de ellos, así que aferrado a mi mochila, decidí que era mejor no
ir por mis cuadernos e ir directamente al salón de arte.
Llegué al salón con la
sangre helada y me di cuenta que todos los asientos estaban llenos porque
llegaba tarde, así que tuve que sentarme nuevamente solo en la parte del fondo
del salón.
Terminada la clase, salí al
comedor, mientras caminaba por los pasillos viendo salir a todos los alumnos de
clase. Subí por las cortas escaleras las cuales estaban repletas de gente.
Subir esos cinco escalones causó mucho esfuerzo, me tropecé y las personas
pasaron sobre mí como si no estuviera tirado sobre los escalones. Me arrastré
hasta el segundo piso, me tiré boca arriba y estiré mis brazos y piernas. Voltié
mi cabeza hacia las escaleras y me di cuenta que no era el único que se había
tropezado, por lo menos habían otras quince personas tiradas en el suelo.
Llegué al comedor. El menú
del día constaba de ensalada, lentejas con arroz y gelatina. Me paré en la
fila, tome mi bandeja y esperé hasta que llegara mi turno para que me sirvan mi
almuerzo. La fila avanzaba rápidamente y ya no faltaba mucho para que sea mi
turno. De repente, un grupo de bravucones se pusieron delante de mí. ¿Qué
podría decirles? No quería quedar mal, que me pegaran, en el primer día de
clases. Así que esperar nuevamente hasta que se fueron.
Una vez servida mi bandeja, empecé
a buscar una mesa vacía mientras caminaba. Tras la intensiva búsqueda, divise a
lo lejos una mesa vacía, a la cual me acerqué y me senté.
Ya instalado en la mesa, dos
chicos se acercaron y me preguntaron si se podían sentar conmigo. Me sorprendí
al escuchar la pregunta, porque la gente simplemente se sentaba en tu mesa y no
te preguntaba si podían sentarse junto a ti. Traté de ser lo más amable
posible, diciéndoles que sí. Tras mi respuesta el chico se sentó al frente mío
y la chica al costado de él.
-Hola extraño, ¿cuál es tu
nombre?- dijo el chico
-Rob, Rob Jones, mucho
gusto, ¿y ustedes?
-Yo soy Alex y esta es mi
hermana Emma.
-Mucho gusto- dijo ella
Me quedé estupefacto cuando
habló, la miré por un segundo y mi corazón se detuvo, era la chica más bonita
que había visto en mi vida.
Todo el tiempo que
estuvieron junto a mí, miraba a Emma de reojo y sentía una felicidad tremenda y
me preguntaba si es que por fin alguien había dejado de ignorarme y había
decidido volverse mi amigo.
Al terminar el almuerzo, un
triste pensamiento recorrió mi cuerpo al pensar que me iba a quedar nuevamente solo.
Todos estos pensamientos se dieron en el tiempo que Emma y Alex se iban. Cuando
Alex guardó la silla, no le pensé y le dije:
-Alex, tengo que decir algo…
La verdad es que me siento solo y siento que todos me ignoran…- dije
pausadamente
-Sí, tranquilo yo también he
pasado por eso. No te preocupes ya pasará.
-No, no me refería a eso. Lo
que les quería decir, aunque suene ridículo, ¿me podrían aceptar como su amigo?
-Sí, claro como no- dijeron
los dos con una sonrisa en la cara.
-Gracias…
Llegué lo más rápido a casa, ignoré a mis
padres y no los saludé, subí tan rápido como nunca las escaleras, crucé el
pasillo de mi segundo piso esquivando la ropa sucia y algunos libros tirados y
por fin llegué a mi cuarto. Cerré la puerta y busqué en mi mochila mi reproductor
de música. Lo saqué y me dispuse a desenredar los audífonos, mientras me echaba
boca arriba en mi cama. Todo el tiempo que estuve en la cama, pensé acerca de
mi primer día y de los amigos que conocí. Estaba enamorado, era eso lo que
creía. Un sentimiento así, no lo recordaba tanto como en segundo grado, cuando
conocí a una chica llamada Helena.
Me desperté y ya era tarde.
Con un cansancio tremendo, traté de recordar en que momento me había quedado
dormido, mas no lo logré. Opté por volver a dormir, pero sin los audífonos
puestos.
De repente, me desperté. Me
sentía un poco raro porque me había dormido con la ropa con la que me fui al
colegio, estaba en pijamas. Estaba un poco asustado, pensé que había ido a una
fiesta y había tomado mucho, pero no fue así, al ver en mi pared fotos mías en
el día de graduación junto a Alex y Emma recordé que yo, Rob Jones, ya estaba
graduado y estaba postulando a una universidad. Todo lo que me había pasado
desde mi regreso a clases después de vacaciones fue solo un sueño.
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