domingo, 29 de septiembre de 2013

La segunda etapa

La segunda etapa

Me desperté con cierta angustia, porque sabía que hoy era mi primer día de colegio. Miré por la ventana y vi al sol saliendo por los cerros. Una vez parado, me dirigí al baño para tomar una ducha. Ahí me desvestí y traté de abrir el caño de la ducha pero al girarlo no salió agua. No le tomé importancia, me vestí para ir a mi primer día de colegio. Ya cambiado, bajé las escaleras y fui a la cocina para prepararme un emparedado. Abrí el refrigerador y me acordé que la noche pasada pedí pizza, así que abrí el taper, cogí un par de pedazos y los calenté en el microondas. Mientras la pizza se calentaba y me servía un vaso de agua, mi padre bajó, me saludó, me dio suerte en mi primer día de clases y se despidió, retirándose a su trabajo. Al momento en que mi padre se fue, el microondas sonó, avisando que la pizza ya estaba caliente y abrí el microondas y retire el plato con la pizza. Con el plato y vaso en mano, me fui a la sala a comer, la cual estaba al costado de la cocina y tenia un televisor. Me senté al momento que prendía el televisor, y una vez sentado, puse el noticiero mientras comía pizza. Una vez en al canal, vi una noticia de una matanza en alguna parte de Asia y no podía comprender como la gente se podía matar entre sí. Dirigí la mirada al reloj y me asuste al ver que estaba tarde, así que apagué el televisor y subí corriendo al baño para lavarme los dientes. En el baño, mientras me lavaba los dientes vi por la ventana que el bus escolar había llegado, por lo que fui a mi cuarto por mi mochila, bajé las escaleras, abrí la puerta y me detuve a la puerta del bus, el cual abrió las puertas al verme para que pueda subir. Una vez dentro, empecé a buscar un asiento al mismo tiempo que veía a mis compañeros felices, conversando y riendo, seguramente de alguna de sus experiencias veraniegas.
Al no encontrar a ningún conocido, opté por sentarme en la parte del fondo, solo, porque no parecía simpatizarle a nadie. Me senté pegado a la ventana y me dispuse a buscar mi reproductor de música y mis audífonos, los cuales encontré, me los coloqué y escuché música todo el camino al colegio mientras me preguntaba como hacían todos para ser felices. Esta pregunta me rondó por la cabeza todo el tiempo que estuve solo en el bus.
Después de un tiempo en el bus, llegué al colegio. Al bajar, subí la cabeza y lo primero que divisé fue a mis mejores amigos. Empecé a acercarme a ellos y uno de ellos me vio dirigiéndome a donde estaban ellos. Él al parecer le aviso a sus otros amigos que me estaba acercando y a mi sorpresa, todos se fueron lejos de mí. Me detuve al ver su reacción y miles de cosas pasaron por mi cabeza, pensando qué pudo haber pasado. Me veía triste y solo al ver como todos pasaban y de algún u otro modo me sentía ignorado en invisible frente a los demás. Decidí afrontar la situación e ignorar todo, así que me arme de valor y fui caminando a la puerta principal del colegio para luego dirigirme a mi primera clase, arte. Una vez dentro, en el pasillo, llendo a mi casillero, vi a los bravucones del colegio, golpeando y dándoles la bienvenida a los nuevos. No me quedaba otra opción que pasar al lado de ellos, así que aferrado a mi mochila, decidí que era mejor no ir por mis cuadernos e ir directamente al salón de arte.
Llegué al salón con la sangre helada y me di cuenta que todos los asientos estaban llenos porque llegaba tarde, así que tuve que sentarme nuevamente solo en la parte del fondo del salón.
Terminada la clase, salí al comedor, mientras caminaba por los pasillos viendo salir a todos los alumnos de clase. Subí por las cortas escaleras las cuales estaban repletas de gente. Subir esos cinco escalones causó mucho esfuerzo, me tropecé y las personas pasaron sobre mí como si no estuviera tirado sobre los escalones. Me arrastré hasta el segundo piso, me tiré boca arriba y estiré mis brazos y piernas. Voltié mi cabeza hacia las escaleras y me di cuenta que no era el único que se había tropezado, por lo menos habían otras quince personas tiradas en el suelo.
Llegué al comedor. El menú del día constaba de ensalada, lentejas con arroz y gelatina. Me paré en la fila, tome mi bandeja y esperé hasta que llegara mi turno para que me sirvan mi almuerzo. La fila avanzaba rápidamente y ya no faltaba mucho para que sea mi turno. De repente, un grupo de bravucones se pusieron delante de mí. ¿Qué podría decirles? No quería quedar mal, que me pegaran, en el primer día de clases. Así que esperar nuevamente hasta que se fueron.
Una vez servida mi bandeja, empecé a buscar una mesa vacía mientras caminaba. Tras la intensiva búsqueda, divise a lo lejos una mesa vacía, a la cual me acerqué y me senté.
Ya instalado en la mesa, dos chicos se acercaron y me preguntaron si se podían sentar conmigo. Me sorprendí al escuchar la pregunta, porque la gente simplemente se sentaba en tu mesa y no te preguntaba si podían sentarse junto a ti. Traté de ser lo más amable posible, diciéndoles que sí. Tras mi respuesta el chico se sentó al frente mío y la chica al costado de él.
-Hola extraño, ¿cuál es tu nombre?- dijo el chico
-Rob, Rob Jones, mucho gusto, ¿y ustedes?
-Yo soy Alex y esta es mi hermana Emma.
-Mucho gusto- dijo ella
Me quedé estupefacto cuando habló, la miré por un segundo y mi corazón se detuvo, era la chica más bonita que había visto en mi vida.
Todo el tiempo que estuvieron junto a mí, miraba a Emma de reojo y sentía una felicidad tremenda y me preguntaba si es que por fin alguien había dejado de ignorarme y había decidido volverse mi amigo.
Al terminar el almuerzo, un triste pensamiento recorrió mi cuerpo al pensar que me iba a quedar nuevamente solo. Todos estos pensamientos se dieron en el tiempo que Emma y Alex se iban. Cuando Alex guardó la silla, no le pensé y le dije:
-Alex, tengo que decir algo… La verdad es que me siento solo y siento que todos me ignoran…- dije pausadamente
-Sí, tranquilo yo también he pasado por eso. No te preocupes ya pasará.
-No, no me refería a eso. Lo que les quería decir, aunque suene ridículo, ¿me podrían aceptar como su amigo?
-Sí, claro como no- dijeron los dos con una sonrisa en la cara.
-Gracias…
  Llegué lo más rápido a casa, ignoré a mis padres y no los saludé, subí tan rápido como nunca las escaleras, crucé el pasillo de mi segundo piso esquivando la ropa sucia y algunos libros tirados y por fin llegué a mi cuarto. Cerré la puerta y busqué en mi mochila mi reproductor de música. Lo saqué y me dispuse a desenredar los audífonos, mientras me echaba boca arriba en mi cama. Todo el tiempo que estuve en la cama, pensé acerca de mi primer día y de los amigos que conocí. Estaba enamorado, era eso lo que creía. Un sentimiento así, no lo recordaba tanto como en segundo grado, cuando conocí a una chica llamada Helena.
Me desperté y ya era tarde. Con un cansancio tremendo, traté de recordar en que momento me había quedado dormido, mas no lo logré. Opté por volver a dormir, pero sin los audífonos puestos.

De repente, me desperté. Me sentía un poco raro porque me había dormido con la ropa con la que me fui al colegio, estaba en pijamas. Estaba un poco asustado, pensé que había ido a una fiesta y había tomado mucho, pero no fue así, al ver en mi pared fotos mías en el día de graduación junto a Alex y Emma recordé que yo, Rob Jones, ya estaba graduado y estaba postulando a una universidad. Todo lo que me había pasado desde mi regreso a clases después de vacaciones fue solo un sueño.

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