Luciana Croft se despertó un lunes cualquiera, abrió sus
ojos y miró hacia su despertador, que reposaba tranquilamente en el velador al
lado de su cama. –Ya es tarde- pensó. Se levantó de la cama y se alisto para la
universidad. Metió sus libros en la mochila de mala gana, y se dispuso a
tomarse una ducha. Se remojó sin ninguna prisa, como si no tuviera nada
importante que hacer. Luego de unos minutos, se puso ropa cómoda, un sweater y
un pantalón para poder soportar dos largas horas de filosofía.
Al llegar a la universidad la subdirectora exigió una
explicación a su tardanza. –Alumna Croft, justifique su tardanza. Luciana no
hizo caso y siguió caminando. Empujó la puerta de la dirección, y camino con
largos pasos a su casillero del locker. Tiró rápidamente sus útiles al locker
con mala gana y se dirigió con mal humor al aula 1A. La clase ya había
empezado, pero a pesar de eso la profesora la dejó ingresar.
Se sentó en la carpeta, totalmente decidida a no hacer nada.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que la estaban observando. Miró a un lado,
miró al otro, pero no vio a nadie. –Qué raro. –pensó. Mientras jugueteaba con
un lápiz, pensaba en su padre, Federico Croft. Él era el mejor detective de
todos los tiempos, que paraba viajando por motivos de su trabajo. Era un gran
espía y había resuelto millones de casos. Luciana aparentaba ser una chica muy
dura, pero en el fondo solo extrañaba a su padre y esperaba pasar más tiempo
con él.
Todos sus pensamientos se disiparon cuando, de pronto, se le
cayó el lápiz con el cual jugueteaba. Volvió a la realidad, y se dio cuenta que
seguía en clase de filosofía, la peor materia del mundo. Sonó el timbre, y se
acabó la pesadilla. La gente se estaba yendo, y Luciana se demoró metiendo sus
cosas en la mochila. De pronto, se le cayó el lápiz. Pronunció una lisura entre
dientes, y se agacho lentamente a recoger el lápiz , pero alguien más ya había
tenido la misma idea.
Luciana levantó la mirada lentamente, y lo vio por primera
vez. Alto, rubio y con una excelente sonrisa. Un chico de apariencia divertida
tenía el lápiz con el que se suponía que debía haber tomado apuntes, y no
parecía querer devolvérselo.
–Dame el lápiz- dijo
Luciana de mal humor.
– Con que… ruda salió
la chica –pensó en voz alta. Esa no es una linda forma de pedirlo sabes?
-A ver, no sé quién eres, y la verdad tampoco me interesa.
Solo devuélveme mi bendito lápiz.
-Está bien, pero antes déjame invitarte a salir.
Luciana se ruborizó. Se moría de ganas de decirle que sí,
pero en el fondo quería mantener su apariencia de chica ruda.
-Eh…. No gracias. Me encantaría, digo si quiero, ósea quiero
pero no puedo. Estoy muy ocupada, pero gracias.
-Vamos es solo una cita. –insistió el.
Luciana lo miró fijamente. No quería hacerlo, pero ¿Cómo
decirle que no a esos profundos ojos azules, y a su pelo despeinado que le
quedaba tan bien? Estaba por irse corriendo de la vergüenza, pero se le escapó
un tímido “Sí”. Al chico se le iluminó el rostro, y se la quedó mirando
fijamente.
-Eres muy linda, no me has dicho tu nombre. Dijo el
-Luciana –respondió tímidamente
Dicho esto, se fue, y se llevó consigo el lápiz y el corazón
de Luciana.
Luciana Croft salió del aula 1ª, estando confundida. No
estaba segura si había sido real o un sueño, o quizás se lo había imaginado
todo. Sí, eso debía ser. –Un chico así de lindo no aparece todos los días,
¿no?- pensó. Sin embargo, abrió el puño de su mano, y vio un post-it amarillo,
con unos números escritos a mano. Su corazón se le estrujó, y supo que había
sido de verdad. Decidió no dejarlo irse, es más, lo llamaría apenas saliera de
la universidad.
Tomó el bus de regreso a casa, y la llamó su papá. Luciana
se emocionó al ver una llamada perdida de su papá, y se apresuró a contestarle.
Sin embargo, procuró que su tono de voz no la delatara, y trató de parecer lo
más seca posible
-Hola pa- dijo
-Hola Lu!- dijo Federico- ¿Qué tal todo? Te extraño mucho
sabes, pero no volveré a casa hasta dentro de dos semanas.
-¿Por qué? La próxima semana es mi cumpleaños, y quería que
estuvieras aquí.- dijo ella. Su voz que aparentaba ser seca hasta entonces se
convirtió en una voz llorosa y triste.
-Lo sé Lu, pero estoy siguiendo la pista de un ladrón de
joyerías en Italia, y quizá demore un poco más de lo planeado. Pero no te
preocupes, cuando vuelva te traeré un lindo obsequio, eso no lo dudes.
Luciana quería gritarle, “No me importa el regalo, me
importa que vengas tu!!”, pero no tuvo el valor de decirlo. En cambio, musitó
un “OK”, y cortó. Quería echarse a llorar, la semana entrante cumplía
diecisiete y esperaba poder salir con su papá. Sin embargo, contuvo las
lágrimas, para no hacer un escándalo en pleno bus.
De pronto, el bus se detuvo, y se bajaron la mitad de
pasajeros, y entraron otros. Luciana vio a lo lejos una cabeza rubia que
entraba, y se emocionó.
Lentamente el chico que la había
invitado a salir se sentó en un asiento cerca de ella. Luciana se paró de donde
estaba y fue atrevidamente hacia él.
-Hola, no se tu nombre –dijo
Luciana excusando su repentina iniciación de conversación
-Hola, me llamo Matías- dijo él.
Bonita presentación, a menos mejor que cuando me gritaste por recoger tu lápiz
–dijo sarcásticamente y sonriendo. Aquí lo tienes.
-jaja –sonrío Luciana. Gracias
-Y por lo de mañana, vendrás
conmigo cierto?
-Si si, dijo ella. En donde nos
encontramos?-pregunto curiosamente
No se quería invitarte al cine,
pero no podré, quizás podremos ir a caminar cerca de tu casa–dijo Matías
amablemente
A
bueno, me parece bien –dijo ella
Así conversaron hasta que llego la
parada de Luciana y tuvieron que despedirse, un simple y bonito beso en la
mejilla de Luciana le alegró todo el día.
Al día siguiente, a las 7:25 un
sonido cálido y amigable hizo poner nerviosa a Luciana, el chico rubio de ojos
azules con su camisa de cuadros y sonrisa perfecta el cual llamaban Matías,
había llegado.
-Hola Lu –dijo el sonriendo
tímidamente.
-Hola Matías –dijo Luciana
encantada pensando en el lindo apodo que le había dicho el amable chico.
Hubo un lindo silencio hasta que
Luciana interrumpió y dijo –bueno vamos?
Mientras llegaban al parque Matías
le preguntaba cosas
-Y Lu, tienes hermanos?
-no, solo un padre el cual trabaja
demasiado, siempre viaja, ahora por ejemplo está en Italia y siendo sincera lo
extraño. Dijo Luciana. De alguna manera sentía confianza en él, ni a sus mejores
amigas les había hablado de su padre pero con él se sintió identificada.-y tú
tienes hermanos?
-Sí, una hermana pequeña y un
padre. Dijo el secamente
- y tu padre cómo es?
-bueno…él sinceramente… no lo sé.
No tengo una buena relación con él, también está en Italia según con lo que
converse la última vez con él
Pasaron unas horas hasta que
Matías dejo a Luciana en su casa. A la hora de despedirse, Matias se acercó, la
miro y lentamente la besó en los labios. Ella se sonrojo y finalmente le dijo
–hasta luego Matias.
Pasaron unos días y Luciana invito
a Matias a su casa para ronda de películas.
Entraron a la casa, y pusieron una
película de suspenso en el Blu Ray. Luciana se moría de miedo, y en parte
ansiedad, por saber qué le pasaría al protagonista al final. Trataba de un
sujeto que era perseguido por ser cómplice de un secuestro y lo perseguía la
policía. Faltando unos minutos para que acabara la película, se prendió
súbitamente la luz de la sala. Entró en la habitación una figura alta y
robusta. Era Federico Croft, y Luciana, al verlo, salió corriendo a saludarlo
-Hola pa!- dijo Luciana emocionada
-Hola hija!- dijo él- veo que no
me has extrañado mucho, ya que tienes un nuevo amiguito
-Papá, este es Matías, mi novio
Matías se levantó del sillón, y
dio cuatro pasos torpes para saludar al papá
-Hola señor, me llamo Matías
-Hola hijo, no tienes por qué
tenerme miedo, siempre que no le hagas daño a Lu jajaja. Es broma, pero igual
cuidado eh, te estaré vigilando
-No se preocupe, cuidaré muy bien
de ella.
-Ya que estás acá, ¿por qué no te
quedas a cenar? Ya sabes, quiero conocerte para ver si eres un bueno muchacho
-Eh… si claro
Luciana llevó a Matías al comedor,
mientras su padre se quitaba el saco y dejaba el pesado maletín en el suelo. Se
sentaron, y fue entonces cuando Federico se dio cuenta de que no había comida.
-Pa, quizá deberíamos pedir una
pizza- dijo Luciana
-Eh, si creo que me olvidé de
traer la cena. Ve a tu cuarto y pide delivery, americana, ya sabes
-Ya, este… vienes Mati?
-No hija, quiero conversar con él,
ve yendo- dijo el papá
Matías se sentía muy incómodo,
pues creía haber causado una mala impresión en su suegro, pero no fue así.
Conversaron animadamente durante unos minutos, sobre la universidad y los
estudios
-Y dime Matías, ¿qué estudias?
-Bueno, actualmente estudio
Economía, y pienso estudiar una maestría en el extranjero después de que me
gradúe.
-Mira tú, que bien por ti hijo,
tienes un futuro brillante por delante
-Si señor, y pretendo tener mi
propia empresa, la llamaré Moscosso Inc.
-¿Moscosso? ¿A qué se debe el
nombre?
-Es mi apellido, señor
Esas cuatro palabras fueron como
una patada en la entrepierna para Federico. Trató de controlarse, y pensó muy
cuidadosamente lo que iba a decir.
-Um, ¿por casualidad no serás
pariente de Franco Moscosso?- dijo
-Sí señor, es mi padre.
-Suficiente- dijo Federico- sal de
mi casa
-Pero señor… no entiendo… yo solo
vine a ver a su hija… ¿ya no cenaremos?
-No, nunca cenará ni mucho menos
estará con ningún hijo de delincuente. En Italia, atrapé a tu padre por asaltar
y robar una joyería, y lo metimos preso. Lo único que me faltaba era que mi
propia hija se enamorara del hijo de un ladrón!
Pero no, no lo permitiré. Vete de esta casa mientras te lo permito, y
nunca más te acerques a mi hija. De lo contrario, bueno, me conocerás cuando me
molestó
-Señor, puedo explicarlo…- dijo
Matías
-Vete!!
Matías de levantó de su asiento, y
salió corriendo. Cuando Luciana bajaba, escuchó un portazo proveniente del
comedor. Bajó velozmente y solo vio a su papá sentado, con pinta de estar muy
molesto.
-¡Qué paso?
-Nada, se fue
Luciana no volvió a saber de
Matías, ni nunca pudo llamarlo ni verlo de nuevo. Su papá borró su número del
celular, y también su recuerdo, presentándole a otros chicos. Sin embargo,
Matías se llevó una buena parte del corazón de Luciana, así como su lápiz.
Maria Alejandra Chumbe y Alessandra Grayson
que maravillosa historia!! me encanto!! :)
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