Francisco estaba viendo su programa favorito,
como lo hacia todos los días. Eran las cuatro de la tarde y ya estaba
oscureciendo. Él no había almorzado, pues había llegado tarde del colegio.
Francisco apagó la televisión, dejó el control al lado y se paro, dispuesto a
ir a la cocina para almorzar con su mamá.
Cuando estaba a la mitad del camino hacia la
cocina, sonó el intercomunicador. Al principio dudó pues pensaba que su madre
respondería, pero al final terminó llendo. Al contestar el intercomunicador una
voz desconocida para él le hablo: “Buenos días, taxi Satelital ¿está el señor
Francisco? Francisco estaba sorprendido porque no había pedido ningún taxi. Al
principio pensó que era una broma, pero al final salió a recibir el taxi.
Francisco sin pensar lo que estaba haciendo
caminó hacia el taxi y se subió. Inmediatamente el taxista prendió el motor,
preparo su GPS y comenzó a manejar. Francisco no sabía a dónde iba ni cuándo
llegaría. Pasando Surco llego a Miraflores, cada vez más cerca al océano
Pacifico. Ahora, en la avenida Arequipa, cruzo el Plaza Vea y el taxi se paro
en frente de la academia francesa.
Francisco no sabía qué hacer, el taxista le
dijo: “Señor son 15 soles”. Francisco entró en pánico, se metió la mano al
bolsillo en busca de dinero, sin encontrar nada. El ahora estaba asustado, no
sabía lo que le diría al taxista y su primera reacción fue ver si la puerta
tenia seguro. Al ver que no tenía, Francisco tomo un largo aliento, abrió la
puerta y salió como una bala, metiéndose en la academia francesa.
En la academia francesa, Francisco escuchaba
los gritos del taxista “¡Ladrón! ¡Ladrón!” Lo único que pensaba en ese momento
era adentrarse en la academia para perder al taxista. Él estaba maravillado por
la hermosa arquitectura de la academia, caminaba lento y asombrado. Veía mucha
gente pasar: altos, bajos, morenos, blancos, chinos, mongoles, entre otros. La
academia era bastante grande por lo que se perdió fácilmente en ella. Habían
demasiados salones y demasiadas personas.
En el asombro de Francisco, él se chocó con
una profesora, tirándola al suelo. La profesora se levantó rápidamente y
molesta dijo: “¡Brady! ¿Qué haces fuera de clases?” La profesora no dejo a
Francisco explicarle que el no era Brady, lo cogió de la mano como si fuera un
bebé y lo comenzó a jalar hacia un salón de clases.
Él no sabia a donde lo llevaba, pero no opuso
resistencia. Avanzaron dos metros hacia adelante doblaron a la izquierda y
subieron unas escaleras hacia unos pasadizos largos y frios que albergaban
muchos pequeños salones. Caminaron 10 pasos a la derecha, hacia la puerta del
salón 238-Z4. Tocó la puerta y un profesor joven de una talla media con cara
muy amigable abrió la puerta.
Francisco entró a la clase y se quedo parado
temblando en el medio. El profesor al verlo le dijo:
-Toma asiento Brady. Estamos hablando sobre
la guerra de Siria.
-¿Pero qué tiene que ver esto con francés?
-Em… Nada, pero es entretenido ¿No?
-Profe sigue contando pe- dijo un alumno
El profesor siguió contando sobre la guerra
de Siria, mientras Francisco examinaba su clase. Era una clase bastante chica,
con cinco alumnos incluyéndose a él. Las paredes eran de un color blanco con
lámparas de luz amarilla que daba una impresión de calidez.
Francisco estaba muy aburrido pues no
entendía nada, ni del francés ni de la guerra. De un momento a otro, sus ojos
se le cerraban, hasta que en un momento no aguanto más y se quedó dormido
Él estaba en un supermercado, comprando
pallares para el almuerzo. Lo extraño de esto es que solo había un señor en
todo el lugar y este estaba en todos lados. Cruzaba los diferentes secciones,
siempre observando y siguiendo a Francisco a todos lados. Él perdió la calma y
comenzó a correr impetuosamente alrededor del supermercado. El hombre nunca lo
perdía de vista y Francisco se comenzó a desesperar. El hombre de la nada
comenzó a gritar “Bra, Bra, Bra”.
-¡Brady! ¡Brady! ¡Brady! Has llegado tarde, te has dormido y es
tu primer día- dijo el profesor molesto.
Francisco se levantó, sentía un poco de baba
seca en su cachete y tenía el salón mirándolo.
-Perdón profesor pero no soy Brady-
-Déjate de tonterías malcriado, ¡Siéntate!-
-Profesor, no soy Brady. Me metieron a esta
clase por error-
-¿Qué?-
-Si profesor, me llamo Francisco-
-Tu malcriadez es máxima, anda a la
dirección-
Francisco asustado salió picándola del salón.
Leía los letreros en francés sin entender nada. Comenzó a dar vueltas en
círculos, pero no se daba cuenta.
Pasado un tiempo, Francisco estaba agotado y
asustado, no sabía qué hacer. Ya eran casi las ocho de la noche y estaba
perdido, se sentó en un banquito al lado de una pileta y se puso a pensar cómo
llegó a esa situación. Instantáneamente, Francisco sintió un vibrar en su
pecho, se metió la mano en la chompa y encontró que tenía su celular en el
bolsillo. De todo lo ocurrido se había olvidado de que estaba ahí.
Su única esperanza estaba en sus manos,
desbloqueo el celular, puso su lista de contactos y marco el numero de su
madre.
-Alo mamá-
-Donde habías estado Francisco, estaba muy
preocupada-
-Mamá estoy en la academia francesa, por
favor recógeme-
-Ok Ok, espérame en la entrada-
El problema que tenia ahora era encontrar la
salida, caminó varios pasos hacia adelante y se dio cuenta que por ahí no era,
se volteó y se dio cuenta que todo el tiempo tenía la salida a sus espaldas. Él
salió y vió al taxista reclamándole al portero. Había estado 2 horas
esperándolo afuera.
Francisco salió corriendo encontrando el
carro de su madre a una cuadra. Se trepó al carro y sintió un gran alivio. Por
fin llegaría a su casa.
Integrantes: Santiago Bravo de Rueda y Francisco Correas
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