domingo, 29 de septiembre de 2013

Sospecha inesperada

Una mañana de invierno, mientras que todos dormían plácidamente, el patrón de la casa se levanta, apaga lentamente el despertador y se dirige tranquilamente hacia la cocina. Se sirve una taza de café, coge un pan con jamón y prende la televisión para alegrar el ambiente solitario. Se sienta en la mesa con su desayuno servido y coge el periódico del costado para echarle una hojeada.

Ya con la barriga llena, se dirige a su lujoso auto para ir al banco como todos los días. Abre la puerta del patio trasero y baja las escaleras hasta el garaje. Se sube a su auto, lo prende, espera un minuto y abre la puerta levadiza con un solo 'click'.

Luego de diez minutos, llega al banco e ingresa por la puerta principal como todos los días. Una vez adentro, se dirige al cajero automático.

En el cajero, introduce los siete dígitos de su clave para verificar su cuenta, como siempre. Eligió la opción correcta esperando que todo esté en orden. Sin embargo, no encontró lo que esperaba.

- ¿Qué pasa? - se dijo a sí mismo -, pues notó algo raro en el sistema.

Continuamente, una voz robótica salió dentro del cajero diciendo:

- Estimado cliente, su cuenta se encuentra vacía.

Al oír esto, Julio Ignacio se sintió paralizado de pies a cabeza; sintió que su corazón latía a cienmil por hora. Decide contener su pena para no hacer tanto escándalo, pero no puede, y grita.

En ese mismo instante, Julio Ignacio, preocupado de que algo le pueda pasar a su familia, corre a su auto y conduce hacia su mansión. En el camino, piensa en llamar a la policía, pero decide resolverlo él mismo.

Al llegar a casa, entra ansioso por la puerta trasera para verificar que toda su familia se encuentre bien. Mientras caminaba hacia la sala, se encuentra con Yamilé, la sirvienta.

- ¿Le pasa algo señor? Se ve preocupado. - le dice -.

- No, nada, estoy bien. - responde -, y sigue su camino.

Se encontraban los cinco miembros de la familia en su casa mirando una película. Se siente aliviado, pero nota una conducta distinta en su hija mayor, Katerina. La ve algo cabizbaja y preocupada. Esto genera una ligera sospecha en la mente de Julio Ignacio. Algo pensativo, sale de la habitación para solucionar su problema. No se le ocurría otra persona de la cual sospechar, ya que, además de su conducta, era una compradora compulsiva. Debido a esto decide vigilarla y seguirla cautelosamente a donde vaya.

Al día siguiente, no se levantó tan temprano como de costumbre y esperó, leyendo el periódico, a que su hija se levante.

Luego, escuchó el estruendo de la puerta al cerrarse y dedujo que Katerina había salido. Rápidamente, agarra las llaves de su auto y va en su persecución. Ve que Katerina se sube a un Ferrari rojo de dudosa procedencia y decide seguirlo.

Luego de media hora de trayecto, se da cuenta que había llegado a la casa del novio de su hija que nunca había conocido. Él se queda media cuadra atrás sin ser visto y ve que entran a la casa.

Después de esperar una hora, la pareja sale de la casa con unas maletas en las manos. Al ver esto, sospecha aún más y espera a que suban a su auto. Ponen lentamente las maletas en la parte de atrás del auto. El Ferrari arranca e inmediatamente Julio Ignacio va detrás de ellos.

Durante el trayecto, nota algo familiar en el recorrido. Mientras manejaba recordaba el viaje que realizó con su familia a las Islas Canarias. De pronto, se dio cuenta que era el camino hacia el aeropuerto.

Pasada una hora, llegan al aeropuerto. El ambiente estaba transitado, todos estaban apurados por llegar a su destino. Entre ellos se encontraban Katerina y Marco, su novio.

Katerina se sentía algo incómoda y preocupada, y volvió a pensar si lo que estaba haciendo era lo correcto. Era tarde para volver atrás así que continuó su camino. Se le estaba haciendo tarde para llegar al avión y empezó a correr, pues ya eran cinco y media y su vuelo partía a las seis.

Mientras corrían, escuchó a lo lejos una voz masculina que pronunciaba su nombre.

- ¡Katerina, Katerina!

Pudo reconocer que era la voz de su padre. No sabía qué hacer en ese momento. No sabía si voltear o correr más rápido, así que optó por lo segundo.

Llegó al mostrador donde se encontraba la encargada de recibir los boletos. Había una cola enorme y decide pasar como embarazada para ir más rápido.

- Su ticket, por favor. - dice la señorita -.

- Aquí está. - responde -, y se lo entrega.

Igualmente lo hace su novio y ambos corren por la manga hacia en avión.

Finalmente, llegaron y se sentaron en el avión. Ahí, Katerina se sintió a salvo y tranquila.

Cuando el avión estaba a punto de despegar, se escucha por los parlantes un anuncio:

- Señorita Katerina de la Vega y compañía, diríjase rápidamente al departamento de policía.


Por: Mariana Venegas, Valeria Romero y Daniella Jibaja

1 comentario:

  1. Muy bueno el cuento no se sabe como termina y eso despierta la intriga del lector. Felicitaciones!!!

    ResponderEliminar

Comenta, ¿Sí?