Una mañana de invierno, mientras que todos
dormían plácidamente, el patrón de la casa se levanta, apaga lentamente el
despertador y se dirige tranquilamente hacia la cocina. Se sirve una taza de
café, coge un pan con jamón y prende la televisión para alegrar el ambiente
solitario. Se sienta en la mesa con su desayuno servido y coge el periódico del
costado para echarle una hojeada.
Ya con la barriga llena, se dirige a su lujoso
auto para ir al banco como todos los días. Abre la puerta del patio trasero y baja
las escaleras hasta el garaje. Se sube a su auto, lo prende, espera un minuto y
abre la puerta levadiza con un solo 'click'.
Luego de diez minutos, llega al banco e ingresa por la
puerta principal como todos los días. Una vez adentro, se dirige al cajero
automático.
En el cajero, introduce los siete dígitos de su clave para
verificar su cuenta, como siempre. Eligió la opción correcta esperando que todo
esté en orden. Sin embargo, no encontró lo que esperaba.
- ¿Qué pasa? - se dijo a sí mismo -, pues notó algo raro en
el sistema.
Continuamente, una voz robótica salió dentro del cajero
diciendo:
- Estimado cliente, su cuenta se encuentra vacía.
Al oír esto, Julio Ignacio se sintió paralizado de pies a
cabeza; sintió que su corazón latía a cienmil por hora. Decide contener su pena
para no hacer tanto escándalo, pero no puede, y grita.
En ese mismo instante, Julio Ignacio, preocupado de que algo
le pueda pasar a su familia, corre a su auto y conduce hacia su mansión. En el
camino, piensa en llamar a la policía, pero decide resolverlo él mismo.
Al llegar a casa, entra ansioso por la puerta trasera para
verificar que toda su familia se encuentre bien. Mientras caminaba hacia la
sala, se encuentra con Yamilé, la sirvienta.
- ¿Le pasa algo señor? Se ve preocupado. - le dice -.
- No, nada, estoy bien. - responde -, y sigue su camino.
Se encontraban los cinco miembros de la familia en su casa
mirando una película. Se siente aliviado, pero nota una conducta distinta en su
hija mayor, Katerina. La ve algo cabizbaja y preocupada. Esto genera una ligera
sospecha en la mente de Julio Ignacio. Algo pensativo, sale de la habitación
para solucionar su problema. No se le ocurría otra persona de la cual
sospechar, ya que, además de su conducta, era una compradora compulsiva. Debido
a esto decide vigilarla y seguirla cautelosamente a donde vaya.
Al día siguiente, no se levantó tan temprano como de
costumbre y esperó, leyendo el periódico, a que su hija se levante.
Luego, escuchó el estruendo de la puerta al cerrarse y
dedujo que Katerina había salido. Rápidamente, agarra las llaves de su auto y
va en su persecución. Ve que Katerina se sube a un Ferrari rojo de dudosa
procedencia y decide seguirlo.
Luego de media hora de trayecto, se da cuenta que había
llegado a la casa del novio de su hija que nunca había conocido. Él se queda
media cuadra atrás sin ser visto y ve que entran a la casa.
Después de esperar una hora, la pareja sale de la casa con
unas maletas en las manos. Al ver esto, sospecha aún más y espera a que suban a
su auto. Ponen lentamente las maletas en la parte de atrás del auto. El Ferrari
arranca e inmediatamente Julio Ignacio va detrás de ellos.
Durante el trayecto, nota algo familiar en el recorrido.
Mientras manejaba recordaba el viaje que realizó con su familia a las Islas
Canarias. De pronto, se dio cuenta que era el camino hacia el aeropuerto.
Pasada una hora, llegan al aeropuerto. El ambiente estaba
transitado, todos estaban apurados por llegar a su destino. Entre ellos se
encontraban Katerina y Marco, su novio.
Katerina se sentía algo incómoda y preocupada, y volvió a
pensar si lo que estaba haciendo era lo correcto. Era tarde para volver atrás
así que continuó su camino. Se le estaba haciendo tarde para llegar al avión y
empezó a correr, pues ya eran cinco y media y su vuelo partía a las seis.
Mientras corrían, escuchó a lo lejos una voz masculina que
pronunciaba su nombre.
- ¡Katerina, Katerina!
Pudo reconocer que era la voz de su padre. No sabía qué
hacer en ese momento. No sabía si voltear o correr más rápido, así que optó por
lo segundo.
Llegó al mostrador donde se encontraba la encargada de
recibir los boletos. Había una cola enorme y decide pasar como embarazada para
ir más rápido.
- Su ticket, por favor. - dice la señorita -.
- Aquí está. - responde -, y se lo entrega.
Igualmente lo hace su novio y ambos corren por la manga
hacia en avión.
Finalmente, llegaron y se sentaron en el avión. Ahí,
Katerina se sintió a salvo y tranquila.
Cuando el avión estaba a punto de despegar, se escucha por
los parlantes un anuncio:
- Señorita Katerina de la Vega y compañía, diríjase rápidamente
al departamento de policía.
Por: Mariana Venegas, Valeria Romero y Daniella Jibaja
Muy bueno el cuento no se sabe como termina y eso despierta la intriga del lector. Felicitaciones!!!
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