domingo, 29 de septiembre de 2013

Engaños.

Los tenues rayos del sol se colaron por las finas cortinas de la habitación, despertándola. Se acurrucó más en las blancas sábanas aún con la ropa de la noche anterior. Las vívidas imágenes se lo ocurrido se le presentaron en la mente dándole un escalofrío por todo el cuerpo. Deseó que todo lo ocurrido hubiera sido tan solo un mal sueño, pero las marcas de sus manos la delataban. Se levantó de la cama y su pié izquierdo tocó primero el piso de caoba. A paso rápido, se dirigió al baño, abrió el fregadero y con jabón, intentó borrar las evidencias junto con los recuerdos. Este intento fue en vano, los hechos y la culpa la seguían persiguiendo. Si no salía en ese momento, llegaría tarde para tomar su mísero puesto de trabajo en la cafetería de la universidad donde estudiaba. Practicó la falsa sonrisa que mantendría el reto del día frente al espejo. Y tomando una decisión final, se retiró de ahí. Fue de vuelta a la habitación y se cambió de ropa pensando que no podía darse el lujo de perder ese puesto.

Salió de su apartamento sin desayunar con su celular en la mano. Bajó las escaleras rápidamente sin tropezarse. Tomó el colectivo el cual estaba abarrotado de personas sin expresión en sus rostros y se dirigió a su destino en San Borja. A pocos metros de partir, un extraño sonido proveniente del motor estremeció el auto, haciendo que este se detuviera. Los pasajeros, asustados, salieron del vehículo rápidamente dejándola sola. Se acercó al conductor para que le devolviera su dinero. Este se volteó lentamente y la miró fijamente a los ojos. Inmediatamente, ella reconoció su rostro: era la misma persona de la noche anterior. Asustada, intentó abrir la puerta del vehículo, pero no lo logró. Forcejeó y forcejeó, pero la puerta no cedía. Un hombre intentó entrar al vehículo y ella aprovechó para escapar. Estaba aturdida, no sabía a donde ir y nadie le prestaba ayuda. Volvió a la realidad y decidió tomar el primer autobús que se dirigiese a su destino.

Bajó del bus y revisó su reloj, el cual era un obsequio de su abuela. Era muy tarde y ya había perdido el turno. Se dirigió a su clase de Matemática III, ya se inventaría una excusa por haber faltado al trabajo mas tarde.

Después de su clase, se encaminó a su hogar despreocupada. Era temprano, aún no atardecía así que dió el lujo de caminar y no volver a arriesgarse en un colectivo. Después de una hora de caminar, sintió como unos pasos la seguían detrás de ella, estos se hacían cada vez más fuertes. Sus manos empezaron a sudar, su respiración se entrecortó y su pulso se aceleró. ¿Quién era? ¿Era el conductor del colectivo? ¿Le haría daño? ¿Podría escapar? Miles de preguntas como estas revoloteaban por su mente sin estar tranquila ni un segundo. Sintió como le agarraban del hombro y dio un respingo. Volteó rápidamente y suspiró aliviada: era su amigo Lucas.

-Hola, ¿Estás bien? Te veo angustiada.- preguntó Lucas.-

-Si, no te preocupes, solo he tenido un día un poco agitado.- mintió con una sonrisa fingida.-

Él, no muy convencido, asintió y le recordó sobre el trabajo en parejas el cual debían entregar al día siguiente. Ella, le dijo que lo podían terminar en su casa, la cual estaba a solo unas cuadras. Lucas aceptó con gusto y se dirigieron juntos a hacer el trabajo.

Llegaron al apartamento y se dispusieron a trabajar. Fue a su cuarto a recoger algunos materiales para poder iniciar, dejando solo a su amigo en la sala. Recogió lo necesario y cuando estaba a punto de salir, escuchó un estremecedor ruido proveniente de la sala. Se quedó paralizada por unos segundos, no sabía que hacer, habían encontrado su hogar.

Se armó de valor y paso tras paso, se acercó a la sala. Entró despacio y junto al mueble, encontró a Lucas inconsciente y tirado en el frío suelo. Corriendo, se tiró a su lado e intentó despertarlo de su profundo sueño, sin conseguirlo. Verificó su pulso y se tranquilizo: seguía vivo. Pero al segundo volvió angustiada al sentir una voz detrás de ella.

-Aléjate de él.

Temblorosa, se apartó del cuerpo y de paró. Sudaba frío, la habían encontrado y ahora podrían buscar a su familia.

-¿Qué- Qué quieres de mi?.-dijo con voz quebrada.

-Tú sabes lo que quiero.- dijo con autoritaria mientras se acercaba lentamente.

-No- no se de que hablas.- empezó a retroceder debido a su cercanía.- Los documentos se los dí al contacto ayer, ya no hay nada que-que yo pueda ha-hacer. ¡Ya hice todo lo que querían! Ayer también termine con la vida de alguien por su culpa.

Su mirada bajó hacia la mano del intruso, en la cual sostenía un arma. La mano subió y le apuntó al rostro.

-Hagamos algo, te dejo ir y a tu amigo si me das los documentos.

Una lagrima bajó por su mejilla mientras ella sacaba de su bolsillo un usb y se lo tendía en la mano. Al instante, él cerró el puño y guardó el minúsculo objeto en su bolsillo.

-Que ilusa eres.- dijo con una sonrisa maliciosa plasmada en la cara.

Tiró del gatillo y se escuchó una voz a lo lejos perteneciente al antes desmayado:

-¡Amanda, no!

Y su mundo se volvió negro.


Por Maria Fé Mendoza, Daniela Kadena y Fernanda Rivero.

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